Culminó la Feria del Libro y de acuerdo a las expresiones vertidas por el secretario de Cultura en algunos medios locales, la misma fue catalogada como “un éxito”. Así, lisa y llanamente: un éxito.
Motivado por la discrepancia ante su afirmación, cabe preguntarse entonces qué criterios han sido valorados a la hora de calificar con semejante término el balance de uno de los acontecimientos culturales más importantes con que cuenta la ciudad en el calendario anual. Desde siempre, este tipo de evento tiene como principal objetivo la promoción de la lectura, accionando para su concreción diversos mecanismos que acerquen el libro y su mundo (escritores, ilustradores, editores, libreros, narradores, etcétera) a la gente. En este contexto, cabría analizar entonces cualitativamente las actividades que se desarrollaron en este amplísimo sentido.
Uno de los hechos más significantes en toda feria es, sin dudas, el encuentro con los escritores, personalidades dotadas especialmente para contagiarnos el placer por la lectura. En el caso que nos ocupa fue escaso lo aportado, si tenemos en cuenta que entre los convocados no hubo escritores, sino que se optó por invitar a un par de médicos, un humorista, un músico y un periodista que, aunque con varios buenos libros editados, no fue convidado a hablar de ellos, sino de la actual coyuntura política.
Si la intención es promover el gusto por los libros y la literatura, flaco favor les estamos haciendo al promocionar como figura principal a alguien que escribe sobre las bondades de comerse un choripán sin sentir culpa. El número de ejemplares que haya vendido no puede computarse en una escala donde debería primar la capacidad para formar nuevos lectores y no la difusión radial, que tenga o no un autor. Como otras veces, los escritores y editores locales tuvieron que salir a salvar el papelón, autogestionando un excelente ciclo de poesía y de teatro leído, unos, y sumando la presentación de un par de buenos libros los otros. Por supuesto que, como siempre, sin imputarle gasto alguno a la organización.
Otro aspecto fundamental a tener en cuenta son las gestiones dirigidas a socializar la literatura infantil, las que se circunscribieron, esta vez, solamente a lo realizado un día antes de inaugurada la Feria, gracias a la incuestionable labor de la escuela José Ingenieros; durante el largo y húmedo fin de semana se desaprovechó una inmejorable oportunidad para acercar los libros a los más chicos. Hubo que llevarlos al cine. “No importa que juguemos mal, con tal de que ganemos!”, comentaba un hincha de Boca que no había conseguido entradas para ir al Kempes, mientras se consolaba ojeando el libro de Martín Palermo.
En el caso de las ferias de libros, ganar suele mimetizarse con atraer mucho público y vender muchos libros. Ni lo uno ni lo otro. El público faltó en gran mayoría a la cita. Y con él las ventas siguieron el mismo camino. Así lo hicieron saber los libreros, fundamentalmente los venidos de la capital provincial, cuyos costos superaron ampliamente los beneficios. Es verdad que las pésimas condiciones climáticas atentaron fuertemente contra la masividad del evento, aunque según las declaraciones del funcionario aludido, la persistente lluvia favoreció la afluencia de gente (sic).
Respecto del traslado de la Feria al predio del Subnivel, alguien deslizó en tono de broma que no existía en Villa María un lugar mejor que ese para esconder una carpa de 100 metros de largo. Más allá del chiste, antes, la asistencia del público estaba garantizada con muy poca o nula promoción, pues prácticamente la gente se chocaba con las carpas en la plaza y entraba aunque más no sea a curiosear. Ahora hay que llevarla. Es muy difícil que la gente se entere de la propuesta cuando el programa con la grilla de eventos y presentaciones recién está disponible después de comenzada la Feria. La promoción debe hacerse no sólo mucho antes, sino también durante el desarrollo de la misma. Basta con repasar los diarios del fin de semana para darse cuenta lo desapercibida que pasó la Feria, cuya repercusión en los medios fue casi inexistente.
La idea de aprovechar la extraordinaria capacidad instalada que tiene la ciudad en materia de espacios culturales en ese lugar resulta muy interesante, pues ofrece un contexto de otro nivel a las actividades que se propongan, pero se necesita un trabajo de promoción muy fuerte que garantice la concurrencia. En ese aspecto, fue muy bueno sumar el encuentro de malabaristas, quienes no sólo aportaron color y alegría al gris paisaje, sino que se convirtieron en otra opción convocante. Para destacar también en la columna del haber, la materialización de las carpas, cuyo piso y estanqueidad aportaron un avance de calidad en cuanto a las utilizadas en anteriores oportunidades. En el debe anotemos el no haber convocado a los narradores locales, cuya labor y capacidad como facilitadores de textos es ampliamente reconocida.
Nunca he sido una persona apegada a la crítica, máxime cuando puedo mensurar el inmenso esfuerzo que significa organizar un evento de estas características. Tampoco dudo de las buenas intenciones puestas de manifiesto por quienes han tenido a cargo el desafío, simplemente molesta la desmesura a la hora del balance.
Vi al hincha de Boca retirarse cabizbajo la noche del domingo, su equipo lleno de figuras y recursos había perdido categóricamente jugando mal. Falcioni se retiró del estadio sin hacer declaraciones. Seguramente la próxima fecha tendrá revancha. Nosotros tendremos que esperar hasta el año que viene.
Gustavo Caleri
DNI 20084187