Hace cuatro o cinco días que en el pueblo no se habla de otra cosa. Todos quieren pasar a ver lo que descubrió la familia Nicolino debajo de la casa que habitan en la esquina de bulevar San Martín y Pasteur de James Craik.
Pero la respuesta es siempre la misma: “No se puede pasar ni tocar nada, hasta que no vengan los expertos de la Universidad Nacional de Córdoba”, explican los actuales dueños de casa ante la solicitud de los cientos de curiosos que pretenden ingresar.
Desde luego, la reticencia de los Nicolino no hace más que incrementar la curiosidad de los craikenses y dar lugar a distintas hipótesis y suposiciones, algunas, adornadas con un toque de leyenda.
Objetivamente, hay que decir que lo que encontraron son tres habitaciones de ladrillo visto, de excelente manufactura, pegados con cemento Pórtland y en perfecto estado de conservación (ver infografía página 71).
Sin embargo, el dato objetivo del hallazgo abre la puerta a una serie de detalles que trascienden largamente las tres habitaciones encontradas y plantea una serie de interrogantes de distinta índole.
Breve historia de una casa señorial
Hasta donde se sabe, la casa fue mandada a construir por el inmigrante franco italiano Arnoldo Quaranta, aparentemente a fines del Siglo XIX. Domina la esquina enfrente de la plaza principal del pueblo, fundado pocos años antes, y a menos de 100 metros de donde pasan las vías del ferrocarril.
Aparentemente, Quaranta poseía toda la manzana y en el extremo sur de la casona se erguía el negocio de Ramos Generales de la familia.
Los Quaranta eran, sin dudas, una familia próspera, también tenía campos en la zona, los cuales aún pertenecen a los herederos (27 en total) cuyos últimos descendientes abandonaron James Craik, aparentemente para exiliarse en Suiza, según se cuenta, a principios de la oscura década del 70.
Algunos ya no regresaron. Otros residen en la actualidad en Rosario.
Se trata de una construcción imponente en comparación con las demás viviendas del pueblo, con molduras en lo alto, aberturas de pinotea y cedro, mármol, azulejos y mosaicos de calidad.
Hoy, a pesar de estar habitada y funcionar como vivienda, ha sido declarada Patrimonio Cultural de James Craik.
Tras el éxodo de los últimos Quaranta, la casa permaneció cerrada al menos durante una década.
En 1981, Marcos Aldo Nicolino y su familia la compraron y se instalaron allí.
Y hasta hace pocos días, más precisamente, el pasado miércoles, vivieron sin que la pequeña tapa que comunica con las habitaciones subterráneas representara gran cosa para ellos.
“El único que siempre se preguntó qué habría allí abajo fue mi hijo. Siempre quería bajar a investigar”, confió Elsa Ledesma, esposa de Nicolino, a EL DIARIO.
“Pero para nosotros siempre fue la tapa de una cámara séptica o algo parecido a eso, por lo que nunca le dimos demasiada importancia, puesto que nunca tuvimos ningún problema como para ir a abrirla”, abundó su esposo.
No pueden ocultar que aún están un poco impactados con el hallazgo. De hecho, Elsa, hasta ayer, no había bajado a ver.
Empezó a levantarse sola...
La intuición del hijo de Nicolino era certera. Y hoy, ya hecho un hombre, lamentó no haber sido él, el primero en bajar a constatar cuánto de sus ensoñaciones infantiles encerraba aquella pequeña tapa dibujada en un rincón del recibidor de la casa de los Quaranta.
“Nos llamó la atención que la tapa empezara a levantarse sola. Pensamos que podía tratarse de algún problema con la cámara, entonces decidimos terminar de levantarla y ver qué solución le dábamos al tema. Y nos encontramos con esa sorpresa”, relató Nicolino.
“Hemos llamado a los especialistas de la Universidad Nacional de Córdoba y de la Unesco, expertos en historia, que nos han dicho que no toquemos nada hasta que no vengan ellos. Y eso estamos esperando”, explicó Elsa.
¿Un refugio?
Las tres habitaciones son amplias y no parecen un sótano o un depósito de mercaderías. Más bien, parece un refugio, con paredes de ladrillos pegados con mezcla y pisos de tierra. Las amplias habitaciones se conectan entre sí por aberturas de arcos de medio punto y cuenta con respiraderos ubicados estratégicamente, de modo que el aire circula a la perfección. El interior no huele a humedad, a pesar de hacer, como mínimo, algo más de 40 años que permanece cerrado. Y no se descarta que una de estas tres habitaciones esté conectada mediante un túnel con otra similar que habría a unos 150 metros de distancia, hacia el sur, bajo el edificio en el que hoy funciona el Correo de James Craik.
No caben dudas acerca de que las tres habitaciones fueron construidas antes de levantar la casa, pero pertenecen a la misma obra. Todo lo demás, son incógnitas a resolver.
Poco se encontró en el interior. Apenas un pedazo de vidrio. Podría tratarse de una botella antigua, ya que se insinúan unas letras en relieve sobre la superficie lisa del vidrio. Además, un trozo de argamasa en cuyo interior puede verse un papel de diario en el que aún se leen letras impresas. Y los restos de una escalera de madera que “si la tocan se desarma”, advirtieron los nuevos dueños.
En este caso, llama la atención que la escalera de madera estaba ubicada lejos de la tapa o boca de acceso y que parece más grande que la propia tapa, lo que podría significar que fue construida allí adentro.
Un misterio bajo la tierra
Vestigios, señales, pruebas que hablan de un pasado que por ahora se oculta a los ojos de quienes no sabemos leer esos rastros. ¿Qué historias encerrarán esas paredes bajo tierra? ¿Qué sucesos habrán albergado esas paredes de ladrillos centenarios, bajo la casa señorial de la familia Quaranta?
LAS FOTOGRAFIAS:
1) Fachada de la casona de la familia Quaranta, hoy habitada por la familia Nicolino y declarada Patrimonio Cultural de James Craik
2) Detalle de la construcción que fue encontrada bajo la casona
3) El reverso de la tapa que fue levantada tras más de 40 años
4) Un detalle de lo que aparentemente era una botella de vidrio, uno de los pocos vestigios hallados en las habitaciones bajo la casa de los Quaranta