Florencia Magalí González tiene 9 años, es la menor de ocho hermanos y vive con su familia en barrio Las Playas. Como en varios casos de niños nacidos en partos prematuros, sus ojos enceguecieron al instante por no haber sido debidamente protegidos dentro de la incubadora.
Flor asiste cuatro días a la semana a la escuela Arturo M. Bas, donde cursa tercer grado, y sólo un día a la Escuela Especial 20 junto a un grupo de niños no videntes.
Cuenta que sus materias predilectas son Lengua y Matemática, aunque su verdadera pasión se halla en la música y en la danza. "Desde pequeña -cuenta su madre- le han gustado los sonidos y los ruidos. Por eso de chiquita ha tocado la flauta y el órgano y participa de la murga de la escuela".
Pero no fue hasta que una tarde, acompañada por sus hermanos, se acercó hasta la plaza del barrio y sus oídos captaron por primera vez una sonoridad exótica y atractiva. Se trataba de una presentación de la academia de danzas árabes Aamal Nyla de la profesora Liliana Olmos que desde hace un par de años se ha instalado en dicho sector de la ciudad.
Cautivada por esa música, persuadió a su madre para que la inscribiera en la academia. Previo diálogo con la docente, Florencia comenzó a manifestarse con su menudo cuerpo, el cual sufriera tiempo atrás una compleja operación en los pulmones.
Dejando su bastón a un costado, la simpática niña debió orientarse en la pista, identificando tanto espacios y obstáculos como las voces y sonidos de sus propias compañeras.
“No estaba nerviosa, para nada”
En sólo cuatro meses de clases (todos los jueves de 18 a 20), se animó a participar de una competencia oficial. Fue a principios de octubre, en San Francisco, ante 150 bailarinas y diversas delegaciones de todo el país.
Realizó la coreografía titulada "Soñando por danzar" con sendas alas a sus costados, luciendo brillantes telas en anaranjado y dorado. Aunque no lo sabía en ese momento, Florencia no tenía detrás a su "profe" como lo venía practicando en los ensayos. "Yo la veía que estaba solita, pero estaba tranquila porque antes de salir me dijo que no estaba nerviosa, para nada", narró la mamá.
Finalizada su performance, la emoción brotaba en todos los espectadores. "Lloramos todos, nosotras, sus compañeras, hasta el público y el jurado que se puso de pie y luego pidió que se acercara a saludarlos", agregó Liliana.
El final feliz de esta historia se coronó con el primer premio por mejor labor en danza. "Lo ganó porque cumplió con la promesa de trabajo, lo hizo correctamente. Aplicó ritmo, giro y desplazamiento como tenía que hacer", añadió la profesora. Olmos, conteniendo las lágrimas, confesó: "Sinceramente, hasta que apareciera Florencia quería retirarme de la danza y la docencia. Estaba cansada. Pero ella llegó y cambió todo. Se cumplió el objetivo de la academia, cuyo nombre significa en árabe ‘esperanza’".
J. R. S.