Escribe: Laura Tuyaret
Especial para EL DIARIO
Conviviendo con el bosque serrano, se cruzan sus angostas callecitas de trazado irregular. Suben y bajan bruscamente, acompañando la pendiente de las montañas. Casas blancas de tejas rojas habitan los caminos de tierra, amalgamándose perfectamente con el paisaje. Antiguos algarrobos y sauces criollos adornan las orillas de los numerosos cauces de agua, que a pesar de atravesar el casco céntrico, convierten cada rincón en un ámbito ideal para el descanso. Vida tranquila y paz de lunes a lunes. Casi escondida entre las Sierras Chicas, cual valiosísimo tesoro, se encuentra esta pequeña ciudad de inspiración: Unquillo.
Nació como asentamiento de casas de veraneo de familias de Córdoba capital, por encontrarse a tan sólo 24 kilómetros de “La Docta”. Sin embargo, sus bellezas naturales y su cercanía con la gran urbe, hicieron que Unquillo creciese y se desarrollase hasta convertirse en una ciudad propiamente dicha. En la actualidad cuenta con más de 15 mil habitantes.
Vamos de paseo
Por su fisonomía de localidad serrana, Unquillo brinda un gran abanico de opciones para realizar al aire libre. Su relieve de pendientes leves y su vegetación no tan frondosa permiten adentrarse fácilmente en los encantos de la montaña, realizando actividades amigables como el trekking, mountain bike o cabalgata. En el transcurso del camino, el viajero seguramente se topará con alguno de los tantos arroyos que descienden hacia el poblado. Uno de los senderos más transitados es el que conduce a la Gruta de Lourdes, en la cima del cerro San Miguel. Desde allí se puede acceder a una de las mejores vistas de la ciudad de Córdoba, enmarcada por el cordón de las Sierras Chicas.
También el casco céntrico cuenta con particulares atractivos. Un recorrido por el bulevar, con sus interesantes esculturas, hasta llegar al Edificio Municipal (el ex Hotel Sierras, que conserva el esplendor de los viejos tiempos), compondrán la clásica “vuelta del perro”.
Tierra de artistas
Las bellezas naturales y tranquilidad propias del municipio fueron motivo de atracción y de inspiración de numerosos artistas. Uno de ellos fue el célebre pintor, muralista, grabador y litógrafo argentino Lino Enea Spilimbergo. En 1952, seducido por la paz y armonía de las Sierras Chicas (características que encontró ideales para su trabajo), el nacido en Buenos Aires eligió Unquillo para vivir hasta el día de su muerte. En la actualidad funciona en la que fuera su casa una muestra de arte permanente de artistas locales y nacionales. Las sierras también encierran entre sus laderas historias de amor como la del arquitecto y pintor Guido Buffo. En el Valle de Los Quebrachitos, este artista levantó la Capilla de Villa Leonor en homenaje a su mujer y su hija, fallecidas a causa de tuberculosis. Los frescos que se encuentran dentro del templo, hechos con la misma técnica que utilizaba el mismísimo Miguel Angel, componen un sólo cuadro entre el piso y el techo. Y la estructura externa, vista desde lo lejos, asemeja a una mano señalando al cielo. Toda una declaración de amor.