Escribe: El Peregrino impertinente
Lloró es el nombre de una localidad de Colombia, famosa entre los que tienen mucho tiempo para navegar en Internet, y descubrir que es el lugar donde más llueve en el mundo: 13.300 milímetros anuales. Agua cayendo con una regularidad estremecedora. Cielos que dos por tres arrecian con su carga implacable, vistiendo el horizonte de gris. Calzoncillos que demoran meses en secar. Queda claro por qué le pusieron Lloró y no Rió.
Imagínese usted el día a día de sus pobres habitantes, que tienen que lidiar con la cotidiana e ingrata compañía de la lluvia. Debe ser despertarse, oír el goteo, y maldecir a Dios. En aquel momento, no surge ningún pensamiento positivo, del tipo “huy, qué lindo que está para seguir durmiendo”, “que buen día para alquilarse una peli” o “espero que mi suegra salga a barrer la vereda y un rayo le atraviese la columna vertebral”. No, todo lo contrario. El presenciar chaparrones tan continuados, sólo puede producir angustia. Y el miedo a, un día, ver a Noé juntando los perros de la cuadra.
Verde que te quiero verde
Lloró está ubicado en el Departamento de Chocó, en el oeste colombiano. La región, como no podía ser de otra manera, goza de un entorno magnífico. Verde que te quiero verde cubriéndolo todo, indicio inconfundible de una vegetación exuberante. “¿Viste? Al final vos te vivís quejando de la lluvia, pero mirá lo que son estos paisajes, mirá. Sin el agua cayendo, no tendrían este hermoso follaje. La verdad es que ustedes son unos privilegiados”, le dice un primo al otro, el local, quien al escuchar la desafortunada frase agarra el bate de béisbol y una pala. Y sí, es natural. La verdad es que no se los puede culpar por esta clase de reacciones. También, hay que estar en la piel de los tipos. En la piel mojada, muy mojada.