¿Hasta cuándo? La pregunta surge punzante, dolorosa.

  ¿Hasta cuándo las historias de los mal denominados amores, transformados  en odios y acunados por la  indiferencia, terminarán en el lecho de la muerte? ¿Hasta cuándo habrá crónicas policiales con la foto de una mujer asesinada por quien alguna vez se puso la etiqueta del hombre de su vida y terminó siendo el hombre de su muerte?

¿Cuántas Claudias, Sandras, Wandas, Soledades...?

¿Cuántas pérdidas más lamentaremos hasta que la batalla cultural comience en serio, con acciones verdaderas y eficaces?

¿Cuántas familias más se destruirán ante un hecho evitable que nadie supo o pudo evitar?

 

  Por un minuto, los que tienen la responsabilidad de establecer políticas preventivas piensen en la situación de una mujer golpeada no sólo en su cuerpo, sino herida en su alma.

  Piensen en la soledad que la rodea en esa intimidad donde convive con el fantasma del miedo y la desesperación. Ella sabe en su interior que no existen lugares para esconderse del acosador, que se siente  dueño de su destino y con el poder suficiente para digitar el principio y el final.

  Ella no tiene tiempo para esperar la decisión de la burocracia. Ella no tiene armas para defenderse ni la llave mágica que abre las puertas que se cierran.

 

  Tenemos una de las leyes (26.845) de violencia de género más avanzadas del mundo, pero su aplicación es lenta frente a la urgencia de la posible víctima.

  Miles del mujeres en el país se vienen movilizando para lograr que en cada rincón del territorio se declare la emergencia por la violencia de género.

  “La declaración de la emergencia por violencia de género significa un compromiso de las autoridades para desarrollar en forma urgente políticas de prevención de la violencia, eliminación del femicidio, instalación de refugios para las víctimas y registros adecuados de las denuncias, entre otras necesidades”, dicen desde la Multisectorial que está dando la batalla.

 

  Hasta el momento la declaró Rosario y hay avances en Chaco, Jujuy y Buenos Aires. 

  Aquí también estamos en emergencia. Una emergencia más urgente que la económica.

  Se necesita un presupuesto adecuado para crear los organismos previstos por la normativa. 

  Es indispensable un trabajo en equipo entre los diversos poderes del Estado y un fuerte compromiso.

  Pero, por sobre todas las cosas, se precisa despojarse de los prejuicios machistas y sociales que tanto daño nos hicieron.

  Olvidarse de frases gastadas como “crimen pasional”,  “algo habrá hecho”, “se pelean y después están juntos” para justificar la indiferencia o la impotencia para encontrar soluciones.

  “La violencia contra la mujer es una batalla que hay que dar desde lo cultural”, dijo la presidenta Cristina al anunciar la reglamentación de la Ley 26.845.

 

  Hace falta que los soldados salgan al campo y de una vez por todas se dediquen a la lucha.