El estrés ha dejado de ser una reacción normal y transitoria para la supervivencia y se ha transformado en una de las enfermedades más frecuentes generadas por la sociedad actual.
Constantemente las personas están sometidas a factores de tensión que provocan estados de alerta sin tregua. Si hasta hace poco tiempo la preocupación se centraba en vivir más años y tener una vejez saludable, hoy se pone foco en recuperar el equilibrio perdido y aprender a moderar las exigencias y tensiones desde edades tempranas, porque se sabe que una precaria calidad de vida se traduce en alto ausentismo laboral y en diversas enfermedades.
Una encuesta de la consultora Mercer sobre salud, ausentismo y bienestar arrojó que el estrés se duplicó entre 2011 y 2012 como causa de enfermedad y ausencia laboral y, aunque los problemas respiratorios y digestivos son las complicaciones más frecuentes, se sabe que suelen estar provocados por el mismo estrés.
“Hoy está claro por los conocimientos que nos brinda la Psico Inmuno Neuro Endocrinología (PINE) que, prácticamente, en todas las enfermedades que nos afectan interviene el estrés, ya sea en su origen o en su agravamiento”, afirma Pablo Cólica, presidente del 3er. Congreso Nacional y 1ras. Jornadas Internacionales de Medicina del Estrés que tendrán lugar en Córdoba, el 19 y 20 de octubre.
Paradójicamente, muchas personas desconocen que buena parte de sus malestares guarda relación directa con la ansiedad e irritabilidad que produce el estrés. Es común, por ejemplo, el comentario “No sé qué me pasa, estoy sin energía y para colmo, duermo mal”, “no rindo como siempre, no puedo concentrarme”.
Al mismo tiempo, un buen número de profesionales de la salud todavía desconoce los efectos nocivos del estrés prolongado y, por lo tanto, no los relaciona con la manifestación física de diversas enfermedades. En consecuencia, los tratamientos indicados no suelen encarar integralmente el problema y la recomendación habitual pasa por el “tómeselo con calma”.
Sin embargo, el estrés no es un problema psíquico, sino una reacción física y mental ante situaciones que demandan más esfuerzo que el normal. Para poder sobrellevar esas exigencias se genera una alarma orgánica que pone en marcha reacciones del sistema inmunológico, endocrino, neurológico y psíquico. Si el esfuerzo se prolonga y las reacciones se hacen crónicas, comienzan las llamadas enfermedades por estrés: gastritis, colon irritable, problemas cardiovasculares, colesterol elevado, contracturas musculares y dolores de columna, entre otras.
“Los síntomas dependen del sistema que los canalice -es decir, el portal de emergencia-”, dice Alfredo Ortiz Arzelán, presidente de la Federación Latinoamericana de PINE y copresidente del Congreso de Estrés. “Se comienza -explica- con un estado a menudo no reconocido de irritabilidad, vulnerabilidad, junto a alteraciones del sueño donde el insomnio o el sueño interrumpido son habituales. Si el proceso sigue, los síntomas se expresan en los diversos órganos y sistemas: arritmias, gastritis, alergias, sumado a trastornos congnitivo-conductuales, como olvidarse de algunas cosas cotidianas, pérdida de la concentración y dificultad en las relaciones interpersonales”.
Pablo Cólica, presidente de la Asociación de Medicina del Estrés de Córdoba, sugiere pautas para prevenir el estrés y mantener el estado de bienestar:
-Revisar la calidad de vida. Disfrutar de las cosas simples, no dejarse ganar por el exacerbado consumismo, individualismo y la competitividad de la sociedad. Competir solo con uno mismo para tratar de ser cada vez mejor persona y no darle importancia a las apariencias.
-Perdonarse las equivocaciones y aprender a perdonar los errores de otros.
-Regular la calidad de las emociones (miedo, enojo, celos, envidia, etcétera) para evitar que predominen y nublen la razón.
-Mantenerse activo en el aspecto físico e intelectual, pero sin sobreexigencias.
-Cuidar la alimentación.
-Controlar factores de riesgo como hipertensión arterial, aumento de peso, colesterol y dislipemias y diabetes que configuran el llamado síndrome metabólico.
-Fijar prioridades. Ordenar y organizar las actividades sin superposiciones y evitar las urgencias con una adecuada planificación.
-Priorizar y cuidar siempre las relaciones afectivas.
-El trabajo debe ocupar un tercer lugar, luego del cuidado de uno mismo y de las relaciones con nuestros afectos y terceros.
-No perder la capacidad de curiosidad y aprendizaje.
-Relacionarse con personas que puedan brindar contención y apoyo.
-Participar en actividades solidarias, grupos de estudio, viajes con contenido cultural y actividades similares
-Establecer relaciones más profundas que las relaciones “líquidas” de la cultura “light” que hoy predominan en la sociedad.
Josefina Edelstein
Jornadas Internacionales de Medicina del Estrés