Myriam Destéfano hace de su religión un estilo de vida. Movilizada por el amor al prójimo, erigió junto a un grupo de madres el Comedor Soldaditos de Jesús que
funciona en su propia casa. Reconoce que desde 1999, cuando inició el comedor, la situación ha
cambiado mucho. Junto a su marido está buscando una alternativa para ofrecer a los jóvenes que no
estudian ni trabajan y que se hunden por los caminos de la droga
En los albores de la crisis de 2001, Myriam Destéfano, con un grupo de madres, veían con impotencia cómo se ponía en riesgo, no ya el futuro, sino el presente de los niños del barrio y de los barrios aledaños al Nicolás Avellaneda.
Es que sin trabajo, los padres no podían garantizar mínimamente el alimento para su prole.
Así fue que, en 1999, movidas por la solidaridad y el amor al prójimo, iniciaron la actividad del Comedor “Soldaditos de Jesús”.
“En ese tiempo no había ni planes sociales ni trabajo, así que hablando con las otras mamás, empezamos a trabajar. Una conseguía una cocina, otra la donación del pan y así fue que entre todas, pusimos el comedor por el que pasaron todos los chicos de Villa Carlitos, el Carlos Pellegrini y el Botta”, dijo a EL DIARIO En los Barrios Myriam Destéfano.
Los acomodó como pudo en el galpón de su casa. Con esfuerzo instalaron una mesada, el agua y el gas para dotar a las instalaciones de lo necesario para cocinar y dejar todo limpio.
“En tiempos de más necesidad es como que la gente está más unida”, recordó.
Hoy, se siente un poco cansada. “No soy tan joven, además, crié a mis seis hijos, tengo nueve nietos y un décimo por nacer y recientemente me hicieron bisabuela”, dice.
Pero igual, sigue adelante. Todos los sábados van entre 15 y 30 chicos a compartir el desayuno, las enseñanzas bíblicas y, posteriormente, el almuerzo.
“Muchos son hijos de los primeros chicos que venían al comedor. Nosotros los presentamos a Jesús”, afirmó, dando cuenta de que ya van dos generaciones de chicos que asisten al grupo solidario.
“Lo sostenemos con la ayuda de muchos comerciantes y de gente común, particulares que siempre se acercan a darnos una mano”, dice la mujer, que integra la iglesia “Visión Mundial de la Familia”, del culto evangélico.
Cambios
Con el correr de los años, los tiempos cambiaron y las necesidades son otras.
“Uno ve que los chicos hoy son un poco más rebeldes, más desobedientes que cuando empezamos. Eso hace difícil la tarea, pero igual, amo a los niños y los entiendo”, dijo.
También cambiaron las necesidades. “Hoy hay menos carencias alimentarias que cuando empezamos, aunque a juzgar por la demanda en el comedor, me parece que se aproximan tiempos difíciles”, dijo.
Con su marido, Carlos Alberto Destéfano, ven también que hay necesidades más complejas para asistir, que van más allá del alimento.
“Mi esposo vio hace un tiempo cómo un grupo de chicos golpeaba a uno solo y salió a defenderlo. Un vecino le decía que no se metiera y mi esposo le planteó que hay que actuar como si fuera uno de nuestros hijos”, agregó.
Ese hecho fue desencadenante de un sueño, extender una mano a los jóvenes que no estudian ni trabajan y que son vulnerables a los vicios que circulan como moneda corriente. “Nos gustaría darles algo en qué ocuparse, no sé, pensamos en un campito para que hagan tareas de granja. Cuando uno tiene la mente ocupada, se encuentra menos expuesto a las drogas y otros vicios. Los chicos que caen en las drogas son discriminados, no encuentran un espacio. Ojalá podamos hacer algo”, dijo.
Mujer del año
La locutora Stella Maris Cabrera implementó en la ciudad la distinción “Mujer Villamariense del Año”.
En 2000, la elegida fue Myriam Destéfano.
“La verdad que fue muy alentador. Yo iba todos los viernes al mercado a proveernos de frutas y verduras. Después de la distinción pasaba por el puesto de los Felipe y comenzaron a aplaudir. Yo me corrí pensando que venía un político o alguien importante. Pero en realidad, me aplaudían a mí por haber sido elegida la Mujer Villamariense del Año”, recordó.
Sabe, de todos modos, que el premio más importante es el de construir esperanzas, reuniendo a la familia y aportando su grano de arena para hacer del mundo un espacio mejor.
EL DATO
Según los datos proporcionados por el CIC, el Nicolás Avellaneda cuenta en su extenso territorio con alrededor de 2.000 unidades habitacionales. No hay en el sector planes de vivienda, por lo que todas las casas fueron levantadas por los propios vecinos
Fotografías: 1) El Instituto del Rosario cuenta con su espacio para el desarrollo de actividades prácticas de la escuela especial en el barrio
2) El Instituto del Rosario cuenta con su espacio para el desarrollo de actividades prácticas de la escuela especial en el barrio
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