En este sentido, sobre la utilización del glifosato, indicó que el problema actual es que el glifosato es uno de los productos menos tóxicos que hay en el mercado, ya que se encuadra como uno de los de menor toxicidad. “Frente a esta situación, si yo lo remplazo por otro herbicida, porque varía la cantidad de malezas que tengo y el tipo de malezas, seguro que voy a tener que usar uno más tóxico. Es una cuestión de comparación relativa y eso es un problema, porque usar mal una tecnología, donde debo apoyarla con otra que no es mejor, eso es lo que genera un problema. Estuvimos hablando de esos temas, para que eso no ocurra, es decir, prever para que las tecnologías se usen correctamente.”
Consultado sobre la respuesta de los técnicos con respecto a la incorporación de buenas prácticas, Luis Carrancio afirmó que “el ingeniero agrónomo va revalorizando su función, la va organizando y redirigiendo; una vez hablábamos con colegas de ustedes (periodistas) que acá es muy difícil y no debería plantearse el tema como víctimas y victimarios y culpables e inocentes, porque en realidad somos todos víctimas de un sistema que nos ha arrastrado a esto, que nos ha hecho insumo dependientes y que nos ha hecho solucionar el tema de una determinada forma. Hoy nos estamos dando cuenta de eso; se está dando cuenta el vecino, el ambientalista, el ingeniero agrónomo y el productor”.
En esta línea y como margen de acción para el ingeniero agrónomo, propuso: “Nos encontramos que una de las posibilidades es aplicar correctamente y si es necesario, utilizar los productos menos tóxicos, aplicar aditivos que eviten la deriva (teniendo en cuenta el viento, la temperatura, la humedad) que harían que uno pueda manejar determinados insumos que son peligrosos intrínsicamente, pero corriendo la menor cantidad de riesgo posible para el aplicador, para el que vive en el campo, para el vecino”.