Escribe: El Peregrino Impertinente
Lo de los yanquis no tiene nombre. Y si tuviera uno, sería Rogelio, que es horrible. Resulta que ahora al Gobierno estadounidense se le ha dado por prohibirle el derecho a vuelo a algunos turistas que viajan desde España a Cuba, Canadá o México. Vamos a ver: históricamente, Washington le ha puesto las mil y una trabas a los viajeros del mundo que quieren ingresar en la tierra del norte. Incluso, no permite a sus propios ciudadanos vacacionar en determinados países (Cuba, por ejemplo). Pero ahora, con esta movida, también arbitran sobre el tráfico de pasajeros de lugares en los que no tiene ningún tipo de jurisdicción. Un despropósito grande como la cuenta bancaria del papa.
“Qué cosa tan espantosa”, dirá usted al presenciar Alumni-Libertad de Sunchales, un domingo a las siete de la tarde. “Qué cosa tan injusta” dirá usted, ahora sí, al enterarse del tema que ponemos hoy sobre el tapete. Pero la cuestión no sólo despierta bronca, sino también interrogantes: ¿cómo puede ser que los norteamericanos puedan decidir, incluso, sobre la vida de los viajeros que se mueven desde terceros países hacia terceros países?
Al respecto, los inquilinos de la Casa Blanca presentan el argumento de siempre: la seguridad. La amenaza terrorista, según ellos, los obliga a vetarle el embarque a aquellos turistas “potencialmente peligrosos”, de aviones que sobrevuelen el espacio aéreo norteamericano (como los que salen de la Península Ibérica con destino a Cuba, Canadá y México).
Para ello, se valen de un listado de más de 21 mil individuos “indeseables” que tienen elaborado. Las aerolíneas están obligadas a entregarles los datos de los pasajeros que van desde España hacia el trío de naciones antes citado y, si alguno de estos nombres coincide en los dos registros, ¡bingo! En la misma terminal se aparece un oficial del “Tío Sam” con cara de Clint Eastwood y te dice: “Hasta la vista, baby”. Hay que ver cómo se enojan cuando uno les hace ver que en realidad la frase es de Schwarzenegger.
Después, a los pobres “sospechosos” no les queda más que olvidarse del sueño de viajar. Y tragarse el enojo con un “hot dog” o una “hamburger” en algún “fast food” del aeropuerto.