Hace 29 años, un 23 de octubre, la ciudad lloraba silenciosa la pérdida de quien posteriormente se transformaría en uno de los grandes íconos villamariense.
Un sencillo bombero que entregó su existencia por una causa, la del servicio y la solidaridad. En él, en el inolvidable Juan Carlos Mulinetti, “Mulita” habitaba un ser de dimensiones inconmensurables. Ese cuerpo portaba todos los adjetivos que definen a los valores más sobresalientes de las personas.
En el intento por salvar una vida, perdió la batalla en este río que lo viera nacer y crecer. En función de servicio definirían. Bombero por vocación y arriesgado por convicción, no dudó ni especuló a la hora de dar el salto y beberse las aguas.
Las compuertas fueron mudas testigos del final del Mula. Un tronco se estrelló en su pecho, y aún así, herido de muerte, pudo arrastrar a quien había decidido una maniobra alocada. Esas sinrazones que cuestan adioses definitivos se había consumado.
Juan Carlos era agua y fuego a la vez. Héroe sin fronteras. Las dimensiones de su ser iban mucho más de su anatomía. Fue por años la lucha cotidiana contra los siniestros más conmocionantes que viviera la Villa. Miles de temerarias anécdotas sobre sus arriesgadas acciones ganaron la consideración cotidiana.
Sólo pretenden estas pocas líneas no olvidarlo. Que siga siendo el ejemplo del jefe amigo y guía. El que llevó como nadie o muy pocos el uniforme bomberil. Quien instaló su nombre pasando todas las fronteras.
Ya van 29 años de su ausencia, 29 años de una raíz que difícilmente vuelva a crecer.
Le decían el “Mula”. Para nosotros que formamos parte de aquella tropa, era Juan Carlos, el jefe, el hombre “agua y fuego” imperecedero en el tiempo y en la memoria colectiva de una ciudad que nunca habrá de olvidarlo.
Por siempre vos “Mulita”, en este 29º aniversario de tu fallecimiento.
Dr. Miguel Sponer