Son diferentes, pero al mismo tiempo casi iguales. Se distancian en los colores, en los gustos, en las historias, pero difícilmente uno pueda vivir sin el otro.
Son la sal y la pimienta, condimentos distintos, pero escenciales en el plato más fuerte del fútbol, ése que extrañaba el humo de la previa de las promesas y las cenizas en la finalización de las cargadas.
Son River y Boca, la antítesis y el sinónimo, la derecha y la izquierda, el orgullo en el pecho y el entusiasmo en la mano.
Son los que vieron otros caminos en los últimos meses, ocupados en sus quehaceres, pero sin dejar de mirarse de reojo.
“Y vos, ¿cuándo volvés?”, le preguntó uno, entre preocupación y picardía. “Aguantame que ya subo”, le contestó el otro, seguro de sí mismo.
Hoy se vuelven a encontrar, como los viejos primos que se odian y se quieren, en un país que sabe jugar el superclásico diariamente, entre “K” y anti “K”, peronismo y radicalismo, Unitarios y Federales, playa y montaña, Chevrolet y Ford, Graduados y Tinelli, periodismo serio y Lanata...
Sin embargo, ninguno sería capaz de medir otro debate desde la pasión del Boca-River porque el fútbol atesora este choque como la envidia de los países potencia, los mismos que relojean a nuestros hinchas como indios, brutos, descontrolados, descerebrados. Y esto porque ni siquiera disfrutaron del Diego -pantaloncitos apretados- gambeteando a Passarella en el barro para salir a desparramar fotógrafos en su festejo, o al “Beto” Alonso descosiendo una pelota anaranjada.
Ni por asomo entenderán lo que significó un simple gesto de Labruna en La Bombonera ni un ingreso de Palermo en una pierna.
Dirán que es apenas un partido, sin desmenuzar la vaselina al “Pato” ni el caño a Yepes; mucho menos la jugada eterna de Roma con una picardía en el arco o el amor eterno de Almeyda con un beso a la camiseta.
Pueden jugar mal, horrible y tirarse al empate. Esto se palpita y todos los presienten, aunque se agotaron las entradas, se preparan afiches y se romperá el rating de la TV.
Después de todo, sin River y Boca, el fútbol no sería el mismo.