“Nunca le presto mucha atención a las noticias, porque siempre son repetitivas y demasiado dramáticas. El jueves de la semana pasada se comenzó a hablar en la calle de que se venía un huracán. Estaba trabajando por mi cuenta cuando me llamaron de la compañía donde laburaba antes para que los ayudara a instalar un par de generadores de emergencia. Desde esta empresa tenían que esperar más o menos dos semanas más para hacer esa instalación, pero les dieron dinero extra para que se hiciera previo a la tormenta”.
Así comienza el relato que le hizo a EL DIARIO el villamariense Santiago Maggia, quien reside junto a sus padres y su hermana Valentina en Nueva Jersey, uno de los estados afectados por el huracán Sandy.
El joven nació en esta ciudad cordobesa, vivió hasta su adolescencia aquí y luego se radicó en Estados Unidos. El último verano lo pasó en Villa María. Ayer fue entrevistado por este matutino a través del teléfono celular, por escrito.
“Esa fue una inversión muy grande para algo que casi nunca será usado. Desde esta empresa también habían salido ese día a comprar linternas, baterías, velas y tres cajas de 30 botellas de agua”, continuó su relato.
Señales. Indicios que a Santiago le hicieron pensar que esta vez “se venía en serio”.
“El sábado regresé a casa, tras instalar tres generadores desde el jueves, una cifra alta para tan pocas horas, y se me despertó el interés por la tormenta. Miré los pronósticos y me di cuenta de que la cuestión era seria. Evacuaban, entonces, a mucha gente de áreas cercanas a la nuestra, como del Bajo Manhattan y empezó nuestra preocupación”, describió.
El joven ya había obtenido demasiadas señales de que podría producirse una tormenta de gravedad.
“El sábado nos reunimos en casa de unos amigos y nos reímos de las fotos del huracán Irene, porque había sido sólo un ventarrón y habían armado un lío total, pero un par de amigos sabía que no tenían que ir a trabajar ni lunes ni martes. Por eso, por alguna razón, todos sabíamos que no era broma lo del Sandy”, expresó.
Además, observó fotos satelitales en las que se comparaban ambas tormentas “y se veían significativamente distintas”.
El domingo, Santiago se levantó y lloviznaba en Nueva Jersey. Además, había viento. Contó que notó que en la calle se palpitaba el temor.
“Con unos amigos fuimos a grabar algunos vídeos de lo que se venía y había gente que buscaba velas y linternas a último momento. Por supuesto no tuvieron suerte, se había vendido todo”, apuntó.
Desde el viernes los ciudadanos hacían largas colas para cargar combustible. El domingo, además, oyó por radio que se cerraban el puente George Washington y el túnel Lincoln, es decir “todo acceso a Nueva York, como en una película”.
Santiago se acercó al Hudson River, el río que separa su ciudad de NY. “El agua ya estaba a una altura que nunca habíamos visto y pese a que todavía faltaban siete horas para que llegara la tormenta, el viento nos empujaba”, advirtió.
Los Bomberos, en esos momentos, con parlantes ordenaron la evacuación del sector. “Estaban serios y muy enojados, por lo que nos fuimos cada uno a su casa a esperar esto”.
La llegada. El Sandy había llegado. “Fue impactante. Abríamos la puerta y veíamos cómo los árboles se doblaban como nunca antes. El viento era a soplones”, describió.
Sólo se detenía unos segundos y luego arremetía con toda su fuerza. “Todavía teníamos luz y cable. El noticiero informaba que la tormenta no presentaba rayos. Por televisión se mostraba a cables y transformadores explotando y quemándose. Era increíble la cantidad de flashes azulados y con un ruido a cortocircuito que incomodaba a la distancia”, contó consternado.
Maggia era testigo de tejas que volaban de los techos y de pronto una de las persianas de su casa golpeó a un auto estacionado al lado de la vivienda. Al día siguiente, NJ amaneció sin luz, sin velas, sin baterías, sin señal de celulares, sin gasolineras. Así lo confirmó el entrevistado.
“Los del noreste, que siempre veíamos los desastres desde lejos, hoy vivimos esta cachetada de la madre naturaleza. Dos años seguido de huracanes me hacen pensar mucho en los cambios climáticos”, concluyó.
Diego Bengoa