Escribe: Laura Tuyaret
Especial para EL DIARIO
El paisaje recuerda a un cuadro. Cientos de casas de techos colorados y paredes blancas, una al lado de la otra, enmarcan la costa. Balcones colmados de flores se asoman a las estrechas callecitas adoquinadas, que conducen a la playa. El mar es sereno y la brisa cálida. Pareciera que el sol estará eternamente brillante. Muchas familias disfrutan de la arena blanca y suave. Todo el entorno se siente en completa armonía.
San Juan de Luz (Saint-Jean-de-Luz en francés y Donibane en idioma vasco) es una ciudad costera ubicada en la zona más turística del sur de Francia, a unos 17 kilómetros de Biarritz y a 13 del límite con España. Por encontrarse sobre suelo galo pero, al mismo tiempo, dentro de la región del País Vasco y a escasos kilómetros de España, es posible encontrar en sus calles gente hablando tanto en francés y español como en euskera (idioma vasco). Ciudad políglota, por lo tanto, las lenguas se fusionan de manera inconsciente en las charlas.
Su playa, extendida sobre el mar Cantábrico, es el principal atractivo. Los vientos del Atlántico llegan a ella con suavidad gracias al resguardo de tres diques, concediéndole tranquilidad a sus aguas. Esta es la razón por la cual los grupos familiares son los principales visitantes de San Juan de Luz: sus costas son lugares realmente seguros para bañarse con los más pequeños.
La boda del “Rey Sol”
Para indagar sobre el nacimiento de San Juan de Luz en tanto poblado, hay que remontarse al Siglo XI, cuando era habitado principalmente por pescadores vascos, destacados por ser expertos arponeros en la caza de la ballena Gascuña.
Sin embargo, un hecho trascendental para monarquía francesa, que tuvo lugar aquí muchos siglos más tarde, transformó a la ciudad para siempre: atraído por el encanto de sus playas, Luis XIV (más conocido como el “Rey Sol”) le otorgó a San Juan de Luz el honor de ser el lugar elegido para dar el sí ante la infanta española María Teresa de Castilla. De esta forma, la boda real trajo consigo el consecuente progreso de la, por entonces, pequeña localidad. Años más tarde ya era un destino habitual para la aristocracia inglesa. Actualmente, las marcas de este suceso emergen en todos los rincones de San Juan de Luz. La plaza principal, la iglesia de Juan Bautista (donde contrajo matrimonio el polémico Rey) y la mansión del monarca, tienen el sello de la boda real y configuran hoy sendos atractivos turísticos.
Con aroma a flores y almendras
El casco céntrico de San Juan de Luz, situado justo enfrente de la costa, tiene el encanto típico de la mayoría de las pequeñas ciudades europeas. Callecitas estrechas de adoquines, repletas de pequeños negocios y restaurantes, son recorridas cada día por una multitud de turistas en su paso hacia la playa.
En ese sentido, la Rue Gambetta es la más comercial y popular. No hay caminante que la recorra que no quede hipnotizado por los distintos perfumes que se combinan en el ambiente: el del mar, el de las flores en los balcones y el de las almendras de la célebre pastelería “Adam”.
En esta última se fabrican los típicos dulces de San Juan de Luz, elaborados con pasta de almendras, comúnmente llamados “macarrones”. Golosinas que se hicieron famosas gracias a Luis XIV, quien apenas las probó quedó fascinado. Esto les otorgó popularidad e hizo que pasaran a formar parte de la tradición del lugar.