Una historia de padecimientos
“Fui alérgico hasta los cuatro años. Sané de la alergia y debuté con diabetes infantil a los 5 años. Algunos dicen que fueron los corticoides, tratamientos por la alergia; otros, que son herencia, maldiciones de nuestros antecesores que pecaban contra Dios. También aseguran que pudo venir por estrés, angustia o porque se murió mi perro con el que nacimos juntos. Yo sólo sé que viviendo esta terrible experiencia, una noche, mientras dormía, cuando tenía sólo 7 años, me quedé sin madre y junto con ella, un hermanito a punto de nacer.
Los velamos juntos y nos despedimos de sus cuerpos mortales, pero que seguían vivos dentro de nosotros.
Yo ya no sé cómo resolver esto, no entiendo lo que pasa, mi padre no ha descansado nunca, hemos remado contra todo para poder salir de esta pesadilla que no termina y que empezó desde que era niño. Llevo en mí las marcas del dolor que se hizo carne en mí, golpeándome sin compasión, abriendo llagas en mí que no sanan y que sangran con sólo recordar los momentos vividos. Voy escalando la montaña de mi vida y creo que es tan alta que no sé si podré llegar a la cima. Llevo en mi espalda el peso de mi cruz, porque empecé desde muy niño y sin conocer el significado de por qué a mí, por qué yo me merezco esta afrenta de la vida. ¿Qué hice? ¿Cuál es mi pecado? Por qué merezco esta terrible enfermedad que fue limitándome en mis juegos de la infancia, en mi adolescencia y ahora, ya mayor, me priva de ver la luz.
No puedo andar ni en moto ni en auto, ni siquiera caminar, ya que no puedo ver. Todavía me falta mucho por andar y me duelen mis pies por cada piedra que piso en mi camino, me siento impotente y privado de todo lo que me gustaría hacer, me pongo mal y triste, porque quisiera y no puedo y tengo que aceptar que alguien me ayude, me dé su mano y me guíe. Por eso, vos que podés de todo, sé agradecido, que no te pase como a mí y disfrutá de lo que tenés, haciendo el bien y ayudá al que te necesita. Yo y muchas personas ancianas y niños necesitan una mano. Detente, frená un poco y date vuelta, mirá hacia todos lados y vas a ver personas que necesitan de otro, mi mensaje es para todos aquellos que padecen diabetes. Cuiden su cuerpo, sus órganos, sus ojos. Cuiden su alma y canten, como yo. Canten para no llorar, para que se sane el alma. Canten para estar alegres porque si yo canto, soy feliz. Y lo que más me alegra es que vos me escuchás y me acompañás y me hacés sentir bien. No te veo, pero te siento.
Recibí hoy una pensión, una ayuda, pero tengo que decir que la necesitaba cuando me enfermé, necesité tratamientos, comidas especiales, libres de azúcar y grasas.
Cuánto tuvimos que andar para conseguir las insulinas, las tiras para controles. Cuántos viajes a Córdoba, mi madre embarazada, a las cuatro de la mañana, con frío, yo en los brazos de mi padre.
Cuántas noches sin dormir, porque me agarraban hipoglucemias mientras dormía. Cuánto esfuerzo desgastador, demoledor. Mi madre estaba cansada. No podía soportar más y mi padre siguió sólo hasta ahora, remando y remando.
Yo hablo por lo que me toca. Hablo por el niño diabético que necesita tratamiento continuo, dieta y cuidados especiales.
Todo eso que no se puede conseguir si no tenés dinero, obra social ni ayuda económica. No pude controlar esta enfermedad que trabaja silenciosamente sin que te des cuenta y cuando la ves, ya es tarde.
Mi mensaje también es para las autoridades, para que subsidien a los que padecemos enfermedades crónicas, pero háganlo hoy, cuando recién empieza la enfermedad, no cuando ya quedamos ciegos. Dieciocho años estuve esperando una ayuda del Gobierno. Al principio la insulina que me daban en la Asistencia Pública me provocaba manchas en mi cuerpo, pedía que me dieran una insulina recetada por una doctora especialista en diabetes, pero la Municipalidad no tenía dinero para esto. Eso decían y mi organismo, con el tiempo, se tuvo que acostumbrar.
Yo sé lo que es sufrir, yo sé lo que es soportar, yo no hablo mucho, soy de pocas palabras, prefiero cantar que recordar.
La vida me formó un corazón de piedra y por tanto dolor a veces prefiero callar. Más vale cantar. Si mi mensaje te llegó al corazón, todavía necesito ayuda. Soy Tatán y vivo en Constituyentes 750, barrio Las Playas.
Jonatan
DNI: 34.277.618