Cuando abrí EL DIARIO, ese diario que es como el pan de cada día, y leí algunas buenas noticias, seguí hojeándolo y allí tu nombre, las cronológicas que muchas veces me la dio la radio madre (LV 28 Radio Villa María), y cuantas veces fue una suerte de que ella me diera primero la noticia.
Vi tu nombre Elsa Capra; no, no eras vos, no podías ser tú, mi profesora buena y comprensiva que entendía mi miopía desastrosa, cuando te contaba que no veía los números de matemática en el pizarrón ni los acentos de Lengua ni las letras de inglés, pero quería estudiar, necesitaba el estudio. Te había encontrado en la joyería aquella, tú para el regalo de tu adorada Vanina que se recibía; y yo para el regalo de Yessi que los quince cumplía, y las dos nos sorprendimos, hijas grandes. Habían pasado muchos años, tanto como veinte y allí supe lo de tu esposo, tu amado Miguel, tu compañero. Cuántas veces me hablaste de ese hijo que tanto deseaban y que no llegaba. No sé, tal vez porque yo era mayor que las otras chicas, es que te ponías a conversar conmigo. Sabes amiga profesora, recuerdo cuando me decías que ya estabas tan acostumbrada a desayunar con él, que si no lo hacías no podías pasar la mañana, y si era por la tarde, se daba una vueltita por la escuela a verte, con cualquier pretexto. Ustedes se adoraban, después llegó Vanina, y los biberones y todo lo que hiciste con tanto amor, y tu Miguel cuando te decía que te fueras a dormir, tantas horas robadas al descanso, cuántas madrugadas al final de clase, para ayudarnos a terminar nuestros trabajos tallados en madera, o los cuadros pintados de yeso, que a la menor rotura había que hacerlo de nuevo. Tantas cosas compartidas en el Rosario Vera.
¿Recuerdos? Sí , hoy son recuerdos, cuando yo elegí hacer la cruz de madera, y tú me dijiste no la hagas Leo, demasiadas cruces llevamos en la vida, y agregaste, es la primera vez que le digo a una alumna, que un trabajo que ha elegido no me gusta. Pero yo lo hice, la cruz tallada en madera, “un trabajo de la gran madre” una hojita tallada al lado de la otra, pequeñitas, odiosas.
Fue varias veces a las exposiciones, desde allí se comenzaron a hacer con más asiduidad, era en madera. Se habían hecho en cobre y aluminio. Y te aseguro, que tenías razón, cuántas cruces llevamos en la vida. Se selló nuestra amistad del todo, cuando me encontraste en el aula lagrimeando. “Hoy eso se llama discriminación”, por aquella lección de Educación Democrática, hoy Ciencias Jurídicas, y el libro escondido, y me consolaste diciéndome, son todavía unas niñas, vos en cambio estás a punto de casarte. Claro que sí, travesuras de secundaria. Yo no la había podido comenzar a la secundaria, a los doce, cuando termine la primaria. Y la comencé casi a los veinte. Ahora hace unos días que me persigue el indiecito, es uno convertido en duende, que me trae la tristeza otra vez en noviembre. Fuiste una buena profesora, al igual que tu esposo, y una mujer amada, que eso es importante; el haber pasado por la vida, amando y amada. Con una hija a la que le has dado tu ejemplo, tesonera, una gran luchadora. Te fuiste con tu Miguel amado, profesor de la Escuela del Trabajo, donde estudiaron mis hermanos, justo a un año de su partida, ahora sé que descansarás en paz, querida profesora de Manualidades. Una alumna que nunca te olvidará.
Leonor Conti