“La empresa es un grupo de personas, lo demás es accesorio”, “la empresa tiene que establecer una relación irrompible con sus clientes”, “los que mandan tienen que estar abajo porque son los que soportan la tarea de los demás”, “el desafío es hacia una transformación mental y de cambio de paradigma”. Estas fueron algunas de las ideas que comenzaron a trabajarse en el curso denominado “Conducción de empresas Pymes lácteas”, que fue llevado adelante -en su primer encuentro- por el profesor Carlos Cleri, quien tiene una amplia trayectoria en la función académica, gubernamental y privada.
Esta capacitación, que comprende ocho módulos y que empezó a desarrollarse ayer y el pasado jueves en Villa María, fue organizada por la Asociación de Pequeñas y Medianas Empresas Lácteas (Apymel), a través de la Subsecretaría de Lechería de la Nación.
“Este programa es bastante particular porque es el único que hay en la Argentina enfocado para empresarios. Es decir, Argentina tiene una tradición en la formación de profesionales, gerentes, pero nunca ni las universidades ni las ONG ni los centros de extensión se preocuparon por el empresario. Esto surge a raíz de mi actividad variada (en lo académico, en bancos, gobiernos)”, explicó Carlos Cleri en diálogo en exclusivo con El Diario Rural.
El docente representó a la Universidad de Barcelona (España) cuando SADE (escuela de negocios española) se radicó en Argentina y le pidió coordinar los cursos. “Y ahí llegué a conocer esto, que no estaba dentro del grupo de formación más importante porque SADE estaba más enfocado en la alta gerencia. SADE es una de las escuelas de negocios españolas más prestigiosas del mundo que compiten con IESE. Es decir, SADE vendría a ser los jesuitas y el IESE sería el Opus Dei, o sea, las dos puntas ideológicas”, precisó.
En este sentido, continuó: “En un acuerdo con la Universidad Católica les coordiné el programa de Alta Gerencia y el de Pymes, pero a este último no le prestaron mucha atención en su momento. Después verifiqué el valor que tiene la formación del empresario. En mi actividad docente y académica me costó mucho armar el programa y encontrar a los docentes adecuados porque el profesor sabe enseñar a hacer, lo que es un poco lo que ha sido nuestra práctica educativa y de formación, pero el empresario tiene una función más compleja que hacer, porque tiene que hacer hacer”.
Sobre los puntos a tener en cuenta por el cuerpo docente, amplió que “se enfoca el curso en lo que tiene que hacer el empresario, lo cual implica olvidarse de todo lo demás porque se apunta a la formación de un empresario, no de un gerente ni de un empleado ni de un profesional”.
Transformación mental
Uno de los objetivos del programa con el sector lácteo es generar un cambio en la cabeza respecto a cómo son las organizaciones modernas, hacia dónde van. Esto modelo tiene influencias orientales (Japón, India), catalanas (donde se formó Carlos Cleri) e italianas (en los sistemas de asociativismo en distrito) en la conformación de una nueva empresa. “El desafío que tenemos es que a partir de un crecimiento, fundamentalmente de transformación mental y de cambio de paradigma de la empresa, se encuentren vías para hacer viables en el tiempo a las pequeñas empresas del sector lácteo”, resaltó.
Asimismo, reconoció la potencialidad enorme para las Pymes, ya que hay experiencias en el país y en el mundo. “Y que se trabaje con pyme donde haya que hacer Pymes y se trabaje con asociación donde haya que hacer asociaciones. Estoy muy cercano a la realidad de la zona, porque nací en San Francisco y tengo clara cómo es la mentalidad piamontesa y la dureza de establecer vínculos con otro, pero acá no hay duda. El desafío en el sector es hacer más eficiente lo que hace, en segundo lugar sacarle valor a todo. Si uno sigue siendo lo mismo de siempre y sigue en mano de los grandes, que tienen toda la fuerza en esta relación de ganar -perder que hacen los sistemas occidentales, donde ellos ganan y vos tenés que perder. Por ejemplo, te voy a pagar mal la leche o mal el queso porque soy un supermercado.
También se deben encontrar formas de comercialización que rompan con los sistemas tradicionales. Para eso se requiere de volumen y eso no se hace a través de Pymes sino de Pymes asociadas”, aseveró Cleri.
Otro elemento destacado por el asesor es que su tarea “es ayudar a pensar” al empresario, donde las decisiones deben ser tomadas sólo por éste. Además, reconoció como fundamental tener un conocimiento de la realidad mundial. “Se viene un enfrentamiento mundial entre Estados Unidos y China, va a ser como una Guerra Fría. En este contexto, América Latina otra vez va a ser un campo de disputa, entonces depende de qué tipo de política tomemos y cómo jugaremos nosotros ante esa realidad, vamos a conseguir buenos beneficios si nos manejamos bien, si no vamos a hacer una colonia china. Y un tipo que está en una pyme láctea en Villa María tiene que pensar en esas cosas, tiene que entenderlas, porque el mundo está tan vinculado”, afirmó.
Por último, se le consultó sobre cómo recibe el empresario estas claves para su pyme. “Al principio le choca, después se entusiasma, cuando vuelve a la realidad, vuelve a perder porque tenés que darle continuidad a todo el proceso para que puedan seguir encontrándole la vuelta. Y otro punto que me parece importante pasa por los valores que cada una de las personas tiene dentro de la empresa, lo cual tiene que ver con su función. En este sentido, la obra más valiosa es la del empresario, pero si el empresario termina corriendo detrás de un banco, termina haciendo cosas increíbles; vos decís, no podés estar enquilombándote con mil problemas. Es decir, cuánto más alto se está, la tarjeta tiene menos letra (presidente es menos que ‘gerente de… o jefe de…’) y menor cantidad de papeles en el escritorio”.
Para cerrar la idea, añadió: “El empresario tiene que estar dirigiendo, conduciendo y haciendo que los otros hagan. Y ahí es cuando aparecen los tiempos, la capacidad de manejar y atender en simultáneo sin ningún problema. Sin embargo, se ve que nunca tienen tiempo para ellos, para la capacitación, cuando eligen la capacitación se abren y después vuelven a la realidad, pero debe ser continua esta idea”.
Villa María, la primera elegida del país
Por otra parte, aclaró que el sector de Pymes lácteas de Rafaela (Santa Fe) es al que le atrajo este programa y desde ese momento se planificaron las capacitaciones para cuatro puntos estratégicos del interior de Argentina, donde Villa María fue el primero que decidió comenzar. El programa consta originalmente de ocho módulos, donde cuatro corresponden a la gestión general del empresario (la definición estratégica, la organización y la gestión), el desarrollo de habilidades directivas (el liderazgo, trabajo en equipo, manejo del tiempo, escucha abierta, conversación) y al control de gestión. “Estos son los aspectos básicos de los dueños de empresas, de los propietarios. Luego hay cuatro áreas funcionales elegidas; entre ellas el desarrollo humano en las organizaciones, porque niego la palabra recursos humanos, las personas no son recursos, no son capital, sino que las personas son personas. Entonces, la mejor inversión que puede hacer la empresa es desarrollarlos como individuos íntegros”, subrayó Carlos Cleri.
De este modo, agregó: “La función del empresario es hacer que la gente que tiene en la organización quiera, sepa y pueda. El querer significa una cosa motivacional, es decir, el compromiso con la organización: ‘Yo trabajo en la organización porque quiero trabajar allí’ y por eso la relación entre lo que le suceda a la organización y las personas tiene que ser paralela, es decir, si la empresa crece y la persona sigue siendo explotada, así no va a haber compromiso, pero si la persona siente que crece con la institución, va a contribuir al crecimiento de la organización”.
Respecto al saber, indicó que es un aspecto de formación. “Seguramente, si no tengo la gente formada, naturalmente su capacidad de ofrecer trabajo va a tener menor densidad que cuando la gente está bien formada. Y la persona formada significa un cambio total porque es un nuevo trabajador, no es un trabajador que acepta órdenes y que tiene que trabajar sobre un monitoreo intenso, sino que hay que desarrollar un trabajador que pueda manejar lo aleatorio, tomar decisiones. Y que esas decisiones tengan valores que sean relacionados con el objetivo de la sociedad”.
El tercer elemento (los otros fueron “el saber y “el querer”) es el poder en relación a la tecnología, al espacio ergonométrico adecuado; también en transferir responsabilidades, es decir, en el empoderamiento. “Para poder transferir poder, uno tiene que tener personas especiales del otro lado. Ahí es cuando aparece la función del empresario, que en los modelos organizativos lo doy vuelta, normalmente lo que son sistemas de rastrillo (propio de la iglesia o de los militares) o de triángulo, los cuales no funcionan. Entonces, nosotros trabajamos con el modelo de cúpula, que tiene relaciones verticales como también puede tener el organigrama de rastrillo, pero también horizontales, por eso se conforman círculos; y cuando los doy vuelta, los que normalmente están arriba, que son los que mandan, tienen que estar abajo porque son los que soportan la tarea de los demás, es decir, tienen que facilitar la tarea de los que hacen”, explicó.