Queda claro que tiene que suceder una desgracia para ver surgir un cúmulo de acusaciones cruzadas, gestos de oportunistas que se rasgan las vestiduras, estupor generalizado y dolor, mucho dolor, en las familias directamente afectadas.
Los demás se reparten entre meros espectadores o diletantes del morbo.
También queda claro que, en la marea de noticias, bastará la próxima para que el asunto empiece a diluirse inevitablemente en el olvido.
Ni bien comenzada la temporada estival, que con tanta impaciencia esperábamos, cuando el río se llevó dos vidas.
Permítaseme decir que es una absoluta injusticia decir “el río se llevó”.
Me enerva escuchar voces que -con tono de entendidos- dicen “el río es traicionero”. Como si el Ctalamochita fuese una fiera agazapada en espera de incautos.
Con ese criterio cualquier curso de agua, lago, mar, o Pelopincho merecería ser acusada de oficio por el fiscal de turno. No me jodan.
Acá lo que hubo es inoperancia, negligencia, falta de previsión, a punto tal que casi pondría los funcionarios responsables bajo la figura de “abandono de persona”, por decir lo mínimo.
Es de todos conocido que, mientras el lago del Balneario municipal está vacío, hay un canal y que dicho canal, al cerrarse las compuertas y llenar el embalse, queda convertido en una trampa mortal para el que no sabe nadar.
Recuerdo, hace muchos años, tantos que ni recuerdo, se había demarcado el límite de seguridad para los bañistas con boyas. Aquellos conos de metal que flotaban y que se fueron perdiendo porque los dañinos que nunca faltan se llevaban el plomo que los mantenía sujetos al fondo. “¡Ah, bueno !”, dijeron las autoridades, “quedamos así...” y nunca los repusieron.
Asiduo concurrente a las aguas del río para disfrutar de la pesca o del aire libre desde que era un niño, conozco sobradamente los peligros, potenciados, es cierto, por la imprudencia de aquellos que no respetan el río.
Siempre dije que no hay que tenerle miedo, sino respeto.
Desde hace más de un año se está construyendo un puente colgante.
Otro faraónico proyecto que personalmente no apruebo para nada, pero vale acotar que, como impacto ambiental directo, la empresa que lo construye ha movido muchísimo material y escombro, volcando todo en las aguas del río.
Se nos ha dicho que cuando finalicen, dejarán limpio el cauce. Permítanme decir que no estoy dispuesto a esta tomada de pelo.
A diario veo gente arrojándose de cabeza bajo el puente sin saber que abajo acechan inmensos bloques de cemento, hierros y troncos atrapados entre los mismos. Dudo que pase mucho antes de que ocurra algo lamentable otra vez.
Es imperativo “prohibir de inmediato” ingresar a las aguas del río en el sector comprendido entre las compuertas y el comienzo de la bajada Entre Ríos. Bomberos, agentes de Defensa Civil y bañeros pueden corroborar mi certeza de los peligros implícitos en ese sector.
Hasta acá he hablado sobre el supuesto que medianamente conocemos el río. Pero Villa María recibe anualmente miles de turistas que concurren confiada y masivamente a las costas del río. Hablo de familias. Hablo de niños. Seamos responsables. No puede pasar un día más sin los bañeros que, justo es reconocerlo, han dado muestras en temporadas anteriores de su impecable responsabilidad.
Ojalá se tenga en cuenta esta publicación, para que no tengamos que lamentar otros sucesos tan penosos como los ocurridos ayer.
Gustavo González
DNI: 11.257.801
