El pasado 20 de setiembre falleció la recordada profesora de música Gladys Elda Ruiz, a los 84 años. Una de las impulsoras del Conservatorio Superior Felipe Boero.
Inició sus estudios de piano a los ocho años con la profesora Elda Grenat de Arias en el Conservatorio Chopin de Villa María.
En 1946 se trasladó a Buenos Aires para iniciar estudios de perfeccionamiento con Jorge Lalewicz. Al mismo tiempo cursó estudios para obtener título de profesora Superior de Piano en el Conservatorio Chopin de Buenos Aires en la cátedra de Beatriz González de Raciti, directora del citado instituto. De allí egresó con “Medalla de Oro y felicitaciones del jurado”. También cursó estudios de Armonía con Gilardo Gilardi.
Luego del fallecimiento de Lalewicz tomó clases durante dos años con la pianista Haydeé Giordano.
Se presentó en “Sala Cajita de Música” de Sadaic, en la Biblioteca del Consejo Nacional de Mujeres y en audiciones de Radio Nacional “Jóvenes concertistas argentinos” en Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza. En 1949 abrió su propio Conservatorio Chopin y cuando se inauguró el Conservatorio “Felipe Boero” le derivó sus veintitrés alumnos.
En octubre de 1965 debutó con el “Trío de Cámara de Villa María” con el cual realizó numerosos conciertos en televisión, instituciones oficiales y en salas de Bell Ville, Córdoba, Villa General Belgrano, Río IV y Rosario.
Durante sus años de docencia en el Felipe Boero presentó alumnos en conciertos solistas, en grupos de cámara y a dos pianos tanto en Villa María como en otras localidades. Se jubiló en 1992 y continuó ligada a la enseñanza del piano con alumnos particulares hasta pocos meses antes de su desaparición física.
Palabras en su honor
Perla Baccari de Buteler, directora del Conservatorio entre 1966 y 1992, la recordó de la siguiente manera: "Gladys: una pianista destacada, una docente ejemplar, una luchadora incansable. Siempre estarás presente en el corazón de tus alumnos, tus colegas y en particular en la historia del Conservatorio al cual brindaste tu entrega y lealtad".
Por su parte, Susana Broggi de Lasa leyó un sentido homenaje en su honor, en cuyos pasajes destacó que “Gladys era una de esas personas: vital e intensa, carismática e incansable. No era de aquellas personalidades tibias y abúlicas que abundan por nuestros días: su presencia despedía un fuego abrasador, frente al cual no se podía ser indiferente”.
“Son pocas las personas que alcanzan el fin normal de su existencia habiendo hecho todo aquello que se espera hacer en esta vida: plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro. El árbol de Gladys fue su amado Conservatorio, donde escribió el libro de su vida y donde tuvo muchos hijos, todos cuantos pudo tener y supo educar, frutos de su espíritu generoso”.
“Son pocas las personas que transitan su trayectoria vital atravesándola y enhebrándola con el hilván transparente y firme del amor. Son pocas las personas que se atreven a soñar, que materializan sus sueños, que riegan sus jardines, que regalan a los demás su arte, que se esfuerzan por hacer de este mundo algo bueno y bello, que dan un sentido a su existencia.
Cuando una vida se ha entregado de este modo, la muerte sobreviene serena, como una suerte de natural desenlace, y el sentimiento, entonces, es de paz y plenitud en lugar de la terrible sensación de fracaso, horror o desesperación”.