El hombre a través de la historia ha intentado, y lo sigue haciendo, establecer normas que faciliten el juego transparente de las instituciones, buscando un equilibrio para armonizar los derechos y obligaciones de todos los que conviven en una comunidad.
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos no es un partido político, es una institución que desde 1975 viene bregando conjuntamente con otras para profundizar la democracia recuperada en 1983 y entre todos alcanzar un pluralismo maduro que nos permita alcanzar los fines de toda sociedad organizada.
Jacques Maritain, con su pensamiento nos enseña “que la sociedad pluralista multiplica las libertades y que el camino de la pluralidad rechaza el dogmatismo, que no se encuentra en un relativismo negador de la verdad, sino en la comprensión de una convicción práctica común, reconocida como verdadera”.
Este pensamiento inspirador nos impulsa a promover el compromiso con la libertad, la política, la religión, la economía y la cotidianidad del hombre común.
Asumir este imperativo es acompañar todo el proceso de profundización democrática, en el que nadie puede quedarse al margen, porque es el que nos debe permitir afianzar las instituciones republicanas como fuente inspiradora de nuestras acciones, garantizando en el tiempo las normas vigentes y la convivencia. Robustecer la plena vigencia de los derechos humanos es condición ética de lo que decimos y de lo que hacemos.
No podemos soslayar nuestra responsabilidad ciudadana como si no ocurriera nada en nuestro entorno comunitario, situaciones producidas por la propia dinámica del desarrollo, que no nos permiten, a veces, ver otros aspectos que hacen a la legitimidad de este proceso democrático.
Esa situación nos preocupa. Nosotros no juzgamos a nadie, no somos fiscales, tampoco es nuestra función; nuestro objetivo es intentar aportar argumentos que nos permitan reflexionar, porque algo es inobjetable: debemos preservar las instituciones, respetarlas, porque son las que garantizan el juego democrático, evitando las pasiones y desencuentros, buscando el bien común como eje central de todo grupo organizado.
Una sociedad no se construye con enfrentamientos exacerbados de nadie, menos aún de quienes coyunturalmente están al frente de las instituciones, nadie ha sido elegido ni ocupa lugares públicos para dirimir cuestiones personales ni sectoriales, sino en la firme responsabilidad para avanzar en la construcción de una sociedad pluralista y respetuosa de los derechos de todos.
Es el momento de hacer la pausa, reflexionar y retomar los caminos que hacen posible la convivencia, la paz, la armonía, el encuentro en beneficio de todos, sin dejar de hacer las acciones que tienden a una inclusión social mayor.
La verdad de los hombres se construye todos los días, un marco social convulsionado no garantiza que podamos alcanzarla y lo más riesgoso es que ponemos en jaque la memoria, la verdad y la justicia, como bienes supremos del hombre.
La historia nos brinda la oportunidad de trabajar para reconstituir las instituciones, para hallar los caminos convergentes que nos permitan encontrar las soluciones a los problemas que viven sectores de nuestra sociedad. Es una tarea en la que el Estado, en sus distintas dimensiones, debe hacerlo conjuntamente con los distintos actores de la comunidad.
No debemos olvidar que estamos haciendo grandes esfuerzos, tratando de salir del abismo, intentando restañar heridas, reparando las tragedias que nos han sucedido de orden institucional, económico, social, cultural; simplemente por estar divididos y permitir que la usurpación militar y civil terminara con el orden constitucional.
La recuperación de la democracia y su profundización ha sido y debe ser una tarea del conjunto de las fuerzas políticas y la sociedad, más allá de las diferencias conceptuales e ideológicas.
Los países se construyen con los grandes acuerdos y se destruyen por simples diferencias, por simples desatinos, muchas veces por falta de sentido común. El desafío es ver de qué manera podemos articular nuestros intereses con los intereses del pueblo, nuestras pasiones con las pasiones del pueblo, que, por cierto, están por encima de las nuestras.
Debemos apelar a la humildad para ser merecedores de quienes han depositado la confianza en nosotros, escrudiñar la historia para encontrar los paradigmas de la sabiduría y la humildad, como Mahatma Gandhi, Luther King, Mandela, Monseñor Angelelli, Monseñor De Nevares y tantos otros compañeros de esta ciudad, que se transformaron en modelos por sus gestos de entrega y de humildad.
Licenciado Elvio Toscano Presidente APDH