Escribe: “Pepo” Garay,
especial para EL DIARIO
La mayoría la conoce, sí. Muchos de memoria, también. Sin embargo, siempre viene bien traerla a la mesa, presentarla cual si de una extraña se tratara y disfrutarla de nuevo. Villa Rumipal, aquella vieja amiga ubicada en la plenitud del Valle de Calamuchita, se hace la que no sabe, dejándose explorar como si fuera la primera vez.
A 200 kilómetros de Villa María, el municipio serrano da la bienvenida con su mejor vestido: el lago. Esencia y alma de la localidad, el espejo de agua representa asimismo el objeto de deseo del visitante. Puro, relajado, inmenso, ofrece un mundo de distracciones, potenciado por la cercanía de la temporada estival.
En ese sentido, los balnearios consolidan una buena parte de la oferta. A lo largo de la línea de la costa, son múltiples los espacios para echarse de cara al sol, con el chapuzón a mano. En particular, es el balneario municipal el que se roba las miradas. Complejo dueño de tres playas distintas, donde recae el grueso del turismo. Reflejo de ello es la infraestructura con la que cuenta: asadores, sanitarios, canchas de fútbol, vóley y tenis criollo, bajada para embarcaciones, sector especial para pescadores y hasta oficina de información turística. Rematan la postal veraniega los juegos para niños, las clases populares de aeróbics, el aura del camping lindero y los bares playeros con sus mesas, sombrillas y música. Las extensas arboleadas cooperan con los aires de relax y descanso en familia.
Claro que la mayor parte del tiempo transcurrirá fuera de la sombra. El impecable cielo de Calamuchita invita al baño de luz solar y, por ende, al baño propiamente dicho. Ahí están las aguas del Embalse Río Tercero para aplacar el calor. Nado, chapoteo y el interminable ciclo reposera-zambullida-reposera.
También en el terreno de los deportes acuáticos el lago cumple. Lanchas, canoas, motos de agua y tablas de windsurf le dan color al escenario. Otras actividades recomendadas son la pesca (fundamentalmente de pejerreyes, aunque no con el “pique” de antaño) y el avistaje de aves.
Alternativas
Como alternativa a los días de playa, Villa Rumipal convida con algunas propuestas interesantes. El clásico es la vuelta por el pueblo, de callecitas adormecidas y vecinos acostumbrados a la paz. Una dosis suficiente de hoteles, posadas, cabañas y restaurantes, apenas decora aquel talante. Por las noches, el infaltable se llama “Paseo de los Artesanos” (junto al balneario), que se suma a los recurrentes espectáculos artísticos al aire libre.
Después conviene visitar el Museo Regional de Antropología Estrella de Piedra (hogar de infinidad de elementos utilizados por los comechingones, otrora habitantes de estos parajes) y la reserva Pumakawa (actualmente en construcción, albergará una gran cantidad de especies salvajes, entre ellas pumas, ñandúes y guanacos).
Como despedida, que mejor que el ascenso al Cerro Mirador. Uno de los muchos que embellecen lago y aldea. Una caminata sin dificultades, que tras pasar por la Gruta de San Cayetano agasaja al turista con una espectacular visual de la zona: el Embalse Río Tercero, sus cinco afluentes y el majestuoso Champaquí conquistando el horizonte.
Aroma a verano por doquier.
Aroma a Villa Rumipal.
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