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José posa junto a Rosa, su esposa, para EL DIARIO al final de la entrevista |
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Tiene 72 y perdió la vista a los 21, mientras realizaba el Servicio Militar.
Un virus lo atacó y perdió la visión, además de la audición de un oído.
Luchador, ejemplo de resciliencia, José Agustín Estévez no se dejó vencer por la adversidad.
Este hombre, que desde los 3 años vive en barrio Las Playas de Villa María, atiende desde hace cuatro décadas un quiosco sin la ayuda de nadie. El solo hace las compras a los mayoristas y él solo atiende, aunque tiene la permanente visita de su compañera, Rosa.
Cuando EL DIARIO llegó, le vendía a un cliente. Costaba encontrar en la escena algún indicio de que José no ve, ya que se maneja con soltura.
Papá de tres hijos, recordó que hacía el servicio en Puerto Belgrano y medio año antes de concluirlo vino a Villa María de vacaciones, ocasión en la que contrajo el virus que le afectó dos sentidos.
“Los médicos me mandaron a Córdoba, pero ya era tarde: no veía. Estuve dos meses en el Hospital Privado, luego en el Hospital Militar de Córdoba y luego en el Naval de Buenos Aires. No logramos nada y me acuerdo que la Marina me reclamaba. Me dieron el alta de Marina y me fui a la escuela de ciegos a Córdoba, donde estuve tres o cuatro años. No me quedó otra”, relató a este matutino.
Aprender todo
“Fue aprender a vivir de nuevo”, confesó José, que recalcó que “fue un golpe muy duro”.
“Muchas veces he pensado en bajar los brazos, porque es muy triste no poder ver la luz del día”, confió.
Estévez conoció en Córdoba a quien luego sería su gran compañera durante muchísimos años, hasta que falleció en 2003 de un paro cardíaco. Comenzaba entonces un período de tres años de soledad. “Su partida fue otro golpe tan duro como cuando perdí la vista”, explicó.
Conocería más tarde a Rosa e iniciaría con ella una relación sentimental que mantiene hasta hoy. Es su sostén en muchas de sus decisiones.
“Yo estoy la mayor parte del tiempo solo aquí, pero me manejo bien. Viene mucha gente que está de paso”, manifestó.
- ¿La gente es honesta o se aprovecha de la situación?
- “Hay quienes se aprovechan. El que puede, me jode. Generalmente eso ocurre con la muchachada que anda al vicio. Me da una bronca que se aprovechen por cinco pesos...”.
“Tuve que poner rejas, como ustedes ven (le dijo al fotógrafo y a este cronista) porque hasta me sacaban los cigarrillos”, reveló.
De inmediato, José comenzó a exhibir todos los artículos que posee para manejarse con celeridad y soltura. Tiene un reloj a Braille, una calculadora que habla, un grabador “que es como mi secretario”, un termómetro que habla y todos los precios de los productos en sistema Braille.
No obstante, advirtió que “en Argentina no hay mucho para nosotros”.
“Yo soy el que compro, vendo, marco precios, limpio y acomodo el local. Hago los pedidos y los escribo a máquina. Antes también vendía diarios y una vez, ustedes (por EL DIARIO) me nombraron el canillita del año. Dejé de comercializarlo porque era mucho lío para mí”, develó José.
“Valoro mucho a mis clientes y aunque no vivo exclusivamente de este quiosco, ha sido una solución para olvidarme de lo que me pasó. Me siento útil, me arreglo solo. No me quiero agrandar tampoco, pero ha sido una terapia para mí. No sé qué haría sentado en mi casa”, señaló.
“Yo no podría ir a la peatonal a vender, no sirvo para eso”, aclaró y luego añadió que durante las 24 horas soporta un zumbido en uno de sus oídos que “me tiene loco”.
Justo llega Rosa, su esposa, le dice que está la comida. José, con gran amabilidad, le cuenta que está siendo entrevistado. Y posarán para este diario.
Es la despedida. El señor extiende su mano con gran afecto y agradece. Final para la nota a un hombre que es un ejemplo de lucha y fortaleza.
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