En 1963, en la esquina de San Martín y Entre Ríos, abría sus puertas Pizzería Antón. Su actual propietario, Alfredo Carricaburu, nos cuenta que para iniciar, contrataron a un maestro pizzero de apellido Borsalino. “El trabajaba en Don Aguirre, un comercio que funcionaba donde hoy está la sala de juegos Sass. Fue él quien nos enseñó a hacer la pizza que han comido los villamarienses de distintas generaciones”, recordó.
Carricaburu, nieto de don Antón, se crió tras el mostrador de ese negocio. “La verdad, es que extraño bastante ese lugar. Porque se convirtió en un clásico”, dijo.
Eran los tiempos en que Tribunales funcionaba en la planta alta de Antón, por lo que la cafetería tenía movimiento constante. Además, era el sitio elegido para la pausa del almuerzo de todo el personal y el espacio en el que se reunían para hacer los “recreos” de los juicios.
“Teníamos un cliente, abogado él, que le decíamos copetín al paso, porque pasaba, picaba algo y se iba sin pagar”, recordó, con humor, Carricaburu.
También estaban los que se sentaban en la mesa sin pedir nada, hasta que alguien le pregunta si quería un café. “El decía que sí, lo tomaba, pero no lo pagaba”.
Pero no sólo de abogados se nutrió Antón. “Antes era distinto. Los chicos iban todos los días de la semana al cine. Nosotros esperábamos la salida de las funciones de la noche, tipo 12, y sabíamos que venían todos a comer pizzas”, recordó.
“Los domingos, después de la función familiar, hacían cola para comprar una porción de pizza, porque la vendíamos así, por porción y la entregábamos en una servilleta”, dijo.
El otro horario clave era a la salida de Chad. “Los chicos iban a la confitería a las 11 y salían a las 3.30. Se llenaba a esa hora y seguíamos atendiendo aún con las persianas bajas, porque la gente no se iba”, recordó.
De esos tiempos, todos recuerdan a don Sánchez. “Era el que entregaba la pizza. La cortaba con mucha habilidad y la ponía sobre la servilleta para entregarla. Debe ser que era muy sociable, porque hasta hoy vienen los clientes y te preguntan por él”, señaló Carricaburu.
En 1988, la pizzería se trasladó a la calle Entre Ríos, al lado del Banco de Córdoba y en el año 2007, a la calle 25 de Mayo, donde funciona actualmente.
“Nosotros seguimos conservando clientes. Son muy exigentes, ellos eligen, ya sea para venir a comer o por teléfono, un tipo de pizza, que no es ni más ni menos que otra, pero es como la hacemos nosotros”, afirmó.
Carricaburu tiene la capacidad para saber qué quiere la gente. “No sólo con los clientes de siempre, sino que te das cuenta cuando alguien entra, lo que va a pedir. También sé qué quiere cuando llaman por teléfono antes que lo soliciten”, agregó.
Hoy, por decisión personal y para bajar el nivel de estrés, decidió mantener un nivel de negocios que pueda manejar con tranquilidad. Espera que uno de sus tres hijos siga en el comercio que empezó su abuelo, continuó su padre y hoy lo tiene a él al frente. Un comercio que, por supuesto, es marca registrada en la ciudad.