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25 de Noviembre de 2012
Coleccionable Transitando los caminos de la historia Nota Nº 318
El Gaucho: escultura andante
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1- Ubicación anterior. 2- Ubicación actual. 3- Carlos Faustino Alonso

La escultura, en homenaje a la figura del gaucho ha tenido distintos emplazamientos en nuestra ciudad. Desde los años 60 del siglo pasado, la blanca escultura de un ser humano vestido con chiripá, pañuelo al cuello, rastra, botas de potro, espuelas, vincha, boleadoras, el poncho en la mano y con el pie derecho pisando una calavera de vaca, primero estuvo a la vera del río Ctalamochita, luego fue alejado para regresar y enclavarse cerca de las aguas que bañan los pies de la ciudad.

Del 63

 

 Mediante un contrato firmado el 23 de agosto de 1963, el escultor Héctor Alvarez se comprometió a la “construcción de la efigie al gaucho” según la maqueta que el mismo artista había entregado en calidad de muestra y fuera aprobada oportunamente. El 30 de setiembre de ese mismo año el entonces comisionado a cargo de la administración municipal, en el marco del Gobierno que asumiera luego del golpe de Estado que derrocó a Arturo Frondizi, firmó el Decreto 1.219 mediante el cual se daba por recepcionada “la obra encomendada al escultor señor Néstor Alvarez, correspondiente a la efigie al gaucho que se encuentra emplazada en el monumento levantado en el lugar denominado El Rosedal de esta ciudad”. Luego se deja especificado que, por Tesorería, se le abonarían noventa y cinco mil pesos moneda nacional al artista “en pago total de la obra de que se trata”. El decreto también lleva la firma del entonces secretario de Gobierno y Hacienda, Jorge Bernardo Villasuso.
 
Trasplante de Arboles
 
 Para diseñar la escultura, Alvarez tomó como modelo a un hombre de reconocida trayectoria en la doma de potros. Así la obra refleja con fidelidad la figura de Onil Centeno. La primera ubicación de la escultura fue en el sector del antiguo Rosedal, donde actualmente se encuentra la explanada del monumento ecuestre del general San Martín. Allí fue inaugurada el 29 de setiembre de 1963. La historia del homenaje a la figura del gaucho fue iniciada por una inquietud surgida en el seno del centro tradicionalista Posta de Ferreyra. El primer documento oficial relacionado con el tema fue la Resolución Municipal número 72 “I”, fechada el 2 de setiembre de 1963. El arquitecto Carlos Faustino Alonso, que ya cuenta 73 años de edad y fuera director de Parques y Paseos del municipio local, recuerda que El Gaucho estaba rodeado de una hermosa serie de jacarandaes que formaba un anillo. Alonso fue funcionario a partir de noviembre de 1966. Entonces la ciudad no tenía intendente y ejercía como comisionado municipal Luis Martínez Goletti. Hacía un tiempo se había derrocado al presidente de la Nación, Arturo Illia, y Porfirio Seppey también vio interrumpido el ejercicio de su mandato como intendente de la ciudad.
 Cuando Alonso, recién egresado como arquitecto, llegó al municipio un año antes de la conmemoración del centenario de la ciudad, se encontró que había una comisión que tenía a su cargo el festejo de los cien primeros años de Villa María. Dicha organización había decidido la erección de un monumento ecuestre el general San Martín. Luego de un debate público acerca de cuál sería el lugar donde se emplazaría ese monumento, terminó decidiéndose que el mismo se ubicaría a la vera de la cabecera del puente Alberdi.
 Al recordar aquello, el arquitecto dice  “allí estaba El Gaucho ¿Qué hacía con El Gaucho?... no había tiempo material para hacer otra plaza” entonces a alguien se le ocurrió, no recuerda a quién, quizás fuera Nóbrega el funcionario que propuso la nueva ubicación de la escultura, “se lo destinó a la plazoleta del bulevar España y Jujuy… en ese lugar que no había nada, yuyos nada más y allí se lo ubicó temporariamente al gaucho hasta que apareciera un lugar” adecuado “que, pienso yo, que fue donde está ahora. Pero eso se hizo cuando yo ya no estaba en la municipalidad. Allí está muy bien ubicado…” en el nacimiento del bulevar Sarmiento, a la vera del río Ctalamochita y rodeado de vegetación.
 Pero no sólo el monumento al gaucho debía ser removido, igual suerte correría el anillo de árboles. Pero esos bellos ejemplares de jacarandaes no serían talados, con la ayuda de los empleados municipales y un tractor Fiat 60 con pala cargadora “que la manejaba el negro Fernández, el popular negro Fernández, integrante de toda una familia de municipales” dice Alonso que pasa a describir el trabajo realizado en pos de conservar aquellos árboles, “les hice cavar, descubrir las raíces, cortar y dejar un pequeño pan de tierra y con ese tractor levantarlos, correrlos y ponerlos al costado del pavimento de la prolongación de la calle Rivadavia. Ahí fueron a parar tres, y otro en el cantero que a propósito había dejado sobre la diagonal que es la bajada del puente. Era el mes de julio y el trasplante produjo resultados positivos y aún pueden verse algunos de ellos florecidos cada primavera, gracias a aquella acción conservacionista que no suele ser política común en relación al arbolado público.
 
Esperando la luz  de la mañana
 
 El último día del año 1965, un medio de la prensa escrita publicó una nota periodística titulada “Hemos cumplido con el debido tributo al noble fundador de la raza”, eran tiempos en los cuales aún se usaba ese problemático concepto de raza. Entre otras cuestiones la nota dice “…esta ciudad que, al erigir este hermoso monumento obra del escultor local Néstor Alvarez, ha cumplido con el debido tributo al gaucho, que escribió páginas brillantes, de valor  y heroísmo, para la Historia Patria”. Desde hace años El Gaucho, al que Onil le prestó su estampa, se ubica en la costanera en el inicio del bulevar Sarmiento. El gallardo gaucho, alerta, con la frente alta, está esperando el sol de cada mañana. Es un homenaje a grupos de hombres que trajinaron este territorio engrandeciéndolo con su trabajo y que, no pocas veces, fueron perseguidos y sufrieron todo aquello que tan claramente describe José Hernández en su obra Martín Fierro.  
 La ciudad también ha rendido tributo, mediante sendas esculturas, al indio ctalamochita, a inmigrantes, etcétera, pero no ha erigido, y deberíamos hacerlo, monumento alguno que recuerde a los hombres y mujeres que provenientes del continente africano  sumaron tanto esfuerzo a la construcción de nuestro país en general y de nuestra región en particular.

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