Desde una Vespa 125 a una Harley Davidson Electra. Todas las motos, todos los tamaños, estarán presentes en el 5º Motofest Argentina, a realizarse del jueves 6 al domingo 9 de diciembre, en Santa Rosa de Calamuchita. Un encuentro de nivel nacional, que aglutina a motoqueros provenientes de diversos puntos del país y sus vehículos, en forma de reunión de amigos. Convite a puertas abiertas, donde las máquinas, la música, los fierreros, los turistas y los curiosos se mezclarán para vestir las sierras de cuero y rock, de asado y ruido a motor.
La primera edición se llevó a cabo en 2008, en Villa General Belgrano. Entonces, unas 1.500 motocicletas invadieron la ciudad y los alrededores. Nadie se imaginó que aquella cifra se cuadriplicaría para 2011. Mucho menos que para este 2012, los organizadores ya calculen recibir a casi siete mil rodados y más de 20 mil visitantes.
Así las cosas, la Motofest prepara una base de operaciones que pretende estar a la altura de las circunstancias. Se trata de un predio ubicado a las orillas del río, en el Balneario Santa Rita, no muy lejos del centro de Santa Rosa. Complejo de ocho hectáreas, que contará con todos los servicios y una completa estructura: estacionamiento (que por obvias razones también cumple el rol de “exposición”), escenario mayor, zona de camping con duchas y baños, sector de empresas expositoras, stands de comidas y de cerveza artesanal, asadores y quincho, zona de juegos infantiles, y hasta una carpa de promoción turística. Todo a punto y dispuesto para lo que está por venir.
Conciertos y actividades programadas
La acción despunta en la mañana del jueves, con el recibimiento de los primeros convidados. Viajeros que llegan del norte y del sur, del este y el oeste, pulverizando asfalto por varias horas, las alforjas llenas de ganas de pasarlo bien. Igual que los turistas sin moto, ésos que no tienen nada que ver con el movimiento, pero que son recibidos con alegría. El espectáculo es popular, familiar, de gran calibre, para todo el que se sienta atraído por la propuesta, sin distinción de nada.
De inmediato, las carpas de comida y los asadores empiezan a echar humo. Arrancan las actividades programadas, con los stands empresariales ofreciendo sus productos de la mano de promotoras, los juegos, los sorteos, los shows de acrobacia y acaso lo más importante: los conciertos. Más de una decena de bandas animarán al público durante todo el fin de semana. Entre los nombres a tener en cuenta figuran los celebres bluseros de La Mississippi, la ascendente banda cordobesa de rock alternativo Eruca Sativa y los metaleros de Horcas. Completan la lista Fierro, Cartenders, Irreal, La Metropolis Blues Band, Legendario ‘70 y Jaque Reina, entre otros.
En tanto, la tarde del sábado albergará la tradicional “Caravana”. Un pseudo-desfile donde los motoqueros (varios de ellos unidos en agrupaciones y clubes) harán subir los decibeles de las principales arterias de Santa Rosa. Mucho color y movimiento para una actividad que ya es todo un clásico de este tipo de eventos. Finalmente, la siesta del domingo despide a las visitas. Es hora de volver a casa, a dos ruedas, en interminable hilera. Al último show, lo regala la ruta.
Ruta alternativa
Aquellos famosos túneles
Escribe: El Peregrino Impertinente
“El túnel” de Ernesto Sábato es uno de los grandes clásicos de la literatura argentina. Un libro prodigioso, admirado por la crítica y el público en general. Pero ‘hojaldre’, que si uno lo lee con el ánimo en baja, un lunes a las tres de la mañana, tiene 97% de posibilidades de caer en un cuadro depresivo del tamaño de Canadá. Mejor salir al camino en busca de túneles menos perturbadores, y más traslasierrescos. Así, el viajero desemboca en los famosos túneles de Taninga. Ubicados en las Sierras de Pocho, unos 120 km al oeste de la capital provincial, son un emblema de la ingeniería civil en Córdoba. Fueron construidos a principios de la década del ‘30, con el objetivo de facilitar la comunicación vial entre suelo mediterráneo y La Rioja. Aunque hoy son muy pocos los que lo utilizan con aquel propósito. Desde hace ya varias décadas, esas cuevas en la montaña, dispuestas a lo largo de 10 km, sirven casi exclusivamente como atractivo turístico. O lo que es lo mismo, como excusa para pirárselas a las sierras, y a la altura de Oliva llamar al jefe y decirle: “Estoy enfermo. Sí, sí, otra vez el flamboide derecho. ¡Ay, el dolor! Vuelvo el jueves”. Y es que a la visita hay que hacerla como sea. Los túneles (que son cinco, igual que los Rolling Stones si uno lo cuenta a Jagger dos veces), gozan de un atractivo que justifica cualquier traslado. Al encanto de la obra en sí, se le agrega el de las maravillas que pueblan el rededor. El paisaje majestuoso, de piedras cercanas y llanura en el horizonte, la hermosa cascada del Velo de la Novia, la atmósfera hechicera de la Quebrada de la Mermelada y su río homónimo, el vuelo de los cóndores. Dan ganas de extender la visita por siempre. Lástima que no haya cobertura para llamarlo al jefe.