El único testigo presencial de la muerte de Susana Esther Medina (52), ocurrida en Pampayasta Sud el 2 de marzo de 2011, confirmó ayer que Daniel Rafael Andrada (55) “la golpeó con una silla y después le ató un cable en el cuello” y echó por tierra la posición exculpatoria del acusado, quien desde un comienzo se defendió diciendo que su concubina se suicidó.
Cándido Ambrosio López ratificó plenamente el contenido de lo que pocos días después del crimen declaró en la etapa de instrucción de la causa, y aseguró haber visto a Andrada cuando le asestaba a su concubina un sillazo en pleno rostro que la hizo caer pesadamente al suelo, a tal punto que pensó que había muerto a raíz de violento ataque.
Sin embargo, la autopsia reveló que Medina falleció por “asfixia por ahorcamiento”, provocada con un cable de electricidad que el presunto femicida le ciñó al cuello cuando la víctima se encontraba inconsciente, tirada en el piso de la humilde vivienda que la pareja ocupaba en el predio del Balneario Municipal de la vecina localidad.
Desmemoriado
Luego de algunos cabildeos, más emparentados con su frágil memoria que con su escasa preparación intelectual (admitió ser analfabeto), López ratificó todos y cada uno de los conceptos vertidos al momento de testimoniar en la Fiscalía de Instrucción.
Para ello, el fiscal de Cámara Francisco Márquez dio lectura a la declaración prestada por el testigo clave del “caso Medina”, en la cual dio detalles contundentes que incriminan a Andrada y lo dejan a un paso de una indudable y severa condena.
Con precariedad en los conceptos, pero firme en sus aseveraciones, López no titubeó en señalar que Andrada “mató a su mujer”, aunque dijo estar convencido de que ella había fallecido a raíz del golpe efectuado con la silla y no estrangulada con el cable.
Amigos “íntimos”
Durante su comparendo, que demandó exactamente 64 minutos, el testigo reconoció que había mantenido una relación sentimental con el acusado, que lo visitaba dos o tres veces por semana y que frecuentemente le compraba comida y bebida.
“Yo tenía una relación amorosa con él, pero la Susana sabía todo y no le molestaba”, confesó López sin tapujos. Asimismo, admitió que los dos lo “tenían sonando”, en el sentido de que lo mandaban a hacer las compras e incluso solían hacerle preparar la comida.
Los problemas generados por el alcoholismo, tanto por parte del presunto homicida como de la víctima, dejaron al descubierto una trama social de promiscuidad y violencia que se puso de manifiesto en varias ocasiones, incluyendo agresiones mutuas y malos tratos permanentes. Y en ese marco, tanto Andrada como Medina estuvieron internados un par de veces en el Hospital Neuropsiquiátrico “Dr. Emilio Vidal Abal” de Oliva, más precisamente en el pabellón para alcohólicos.
“El tomaba bastante, pero siempre estaba tranquilo... por eso no sé qué le pasó aquella noche”, explicó López, aunque reconoció que cuando Andrada “estaba muy tomado, era medio violento”.
Obediente y sumiso, el testigo clave recordó que aquel miércoles 2 de marzo los tres almorzaron juntos y que luego se fue a dormir la siesta a su casa. A eso de las 16.30 regresó a la vivienda de la pareja porque Susana le había pedido que la llevara en su moto hasta la casa de la madre, a donde el propio López fue a buscarla tres horas más tarde.
A medida que el fiscal Márquez avanzaba en la lectura de su declaración, López asentía cada una de las expresiones vertidas en aquel testimonio. Y así recordó que al atardecer fue a comprar carne y otras mercaderías (entre ellas, algunas cajas de vino) porque habían organizado comer un asado esa misma noche.
Cenaron alrededor de las 21. Previo a ello, Susana le dijo que fuera a comprarle un porrón de cerveza, a lo que López accedió sin cuestionamientos e incluso lo pagó con su dinero.
“¿A usted lo tenían como el chico de los mandados?”, inquirió el fiscal Márquez, a lo que el testigo enfatizó: “¡Me tenían sonando!”
Pelea y muerte
Cuando terminaron de cenar, y ya con varias copas encima, la pareja comenzó a discutir. El motivo fue que unos días antes Medina había concurrido a los Carnavales de Oliva y la había traído de vuelta otro hombre en su moto. Andrada le recriminó aquella actitud y se produjo un incidente verbal que poco después se convirtió en tragedia.
En medio de la pelea, López salió de la casa para ir a orinar. Como la puerta había quedado semiabierta, vio que su amigo “íntimo” tomó una silla de madera y la revoleó contra la humanidad de Medina, impactando de lleno en pleno rostro. La mujer se tambaleó y cayó inconsciente al suelo, donde quedó tirada boca arriba, con las piernas flexionadas y una profusa hemorragia nasal.
López quedó paralizado y ni siquiera intentó ingresar a la finca. Sin embargo, vio a Andrada dirigirse al dormitorio, desde donde regresó con un cable. Cuando llegó adonde estaba su concubina, se agachó, le puso una rodilla sobre el costado derecho del cuerpo y le ató el cable al cuello.
“¿Qué hiciste Daniel?”, le recriminó el testigo, a lo que el acusado respondió: “Nada, ella se colgó del techo”.
“¡Nooo... la mataste!”, exclamó López, pero Andrada reiteró su respuesta: “Se colgó del techo”.
Cuando la jueza Silvia Saslavsky de Camandone (integrante del tribunal) le preguntó si tras ponerle el cable en el cuello, Andrada había apretado para ahorcar a su pareja, López dijo que no. Y de inmediato agregó: “Para mi la Susana se murió cuando él le pegó con la silla”.
En otro párrafo de aquella declaración prestada en sede judicial, confirmada ayer en la sala de audiencias de la Cámara del Crimen, el testigo dijo puntualmente que “cuando el Daniel está tomado, es bastante jodidito” (sic).
Otros testigos
Si bien Cándido López fue el testigo excluyente de la segunda jornada del juicio que se le sigue a Andrada, también comparecieron en la víspera un policía y dos vecinos de Pampayasta.
El primero en declarar fue el cabo Franco Daniel Devalis, quien al momento del hecho cumplía funciones en el por entonces Destacamento Policial de Pampayasta, hoy convertido en Subcomisaría.
Devalis escuchó cuando López llegó a la dependencia y le dijo a su compañero Claudio Núñez (declaró el miércoles) que Medina había muerto ahorcada.
Cuando ambos uniformados llegaron a la casa de la pareja, encontraron a Andrada sentado en un banco que había en la entrada, mientras que en la cocina hallaron el cadáver de la mujer. El cabo Devalis también tuvo una intervención funcional en la causa.
El tercer testigo de la jornada fue Ramón Héctor Celidono, propietario de una carnicería de Pampayasta al que solían ir a comprarle Andrada, Medina e incluso López.
Consultado por el fiscal, el comerciante describió al testigo clave del caso como “una buena persona”, de la que “jamás escuché una queja”, y agregó que es “muy trabajador”, ya que cumple tareas en la Municipalidad y luego se dedica a cortar el pasto.
Finalmente compareció en la sala Laura Sergia Inamorato, también vecina de Pampayasta y pariente lejana de Susana Medina.
La testigo aludió a una discusión que había mantenido en una oportunidad con la víctima, “porque ella -dijo- tomaba mucho y lo celaba a él (por Andrada)”. Sobre el particular, refirió que antes de aquella pelea, Medina iba siempre a su casa.
Inamorato recordó también que “Daniel y Susana peleaban siempre, se pegaban mutuamente” y sabía que los dos “tomaban bastante”, a tal punto que ambos estuvieron internados en la Colonia Vidal Abal por ese problema.
Ante una pregunta del fiscal, la testigo dijo ser prima de María Elisa Inamorato, la joven de 28 años que fue asesinada a cuchilladas por su ex novio el pasado fin de semana en la ciudad de Oliva.
Para hoy, en la tercera audiencia, está previsto que declaren la madre de la víctima y un médico policial, en tanto que quedarían al menos otros cuatro testigos (entre ellos, dos médicos forenses de Córdoba), quienes podrían llegar a comparecer el próximo lunes, si es que las partes no renuncian a sus testimonios.