El dolor estremecedor de una madre abatida por la muerte de su hija, las duras declaraciones de la hija de la víctima y un policía que no duda de que esto se trató de un asesinato y no de un suicidio fueron los elementos principales de una nueva jornada del juicio por jurados populares que se lleva a cabo en los Tribunales de Villa María por el femicidio de Susana Esther Medina.
Con la audiencia celebrada ayer a la mañana, se terminó la etapa de recepción de testigos y todo indica que el miércoles el proceso se reanudará con los alegatos de las partes.
La Cámara del Crimen intenta dilucidar en qué circunstancias falleció Medina el 2 de marzo de 2011 en una humilde vivienda de Pampayasta. Daniel Andrada, compañero de la víctima, está acusado de haberla asesinado y tras la audiencia de la víspera quedó claro que su situación es por demás comprometida.
Un grito de justicia
La primera en declarar en la mañana de ayer fue Orfelina Eugenia Ríos, mamá de Susana Medina, quien con más de 80 años conmovió a los presentes al exponer su dolor.
Apoyada en un bastón, con dificultades para hablar y visiblemente abatida por el trágico suceso, recordó que previo al crimen concurrió a la casa de su hija a comer un asado por el cumpleaños del imputado y lo vio “bastante tomadito”.
“Cómo no lo voy a conocer”, exclamó la señora observando al acusado cuando se le preguntó si lo conocía, una formalidad del proceso.
Aunque no lo incriminó en el fallecimiento, Orfelina lo tildó de “cómplice” a Cándido López, un testigo que mantenía una relación sentimental con Andrada (la que presuntamente era conocida por la mujer asesinada) y que en la audiencia del jueves había revelado que observó al imputado cuando le pegó violentamente con una silla a la fallecida, aquel luctuoso día del final.
Ríos lloró sin consuelo frente a jueces, fiscal, abogados y jurados populares. “Por qué me la mataron, quiero justicia”, exclamó.
Consternada, aseguró que le quitaron el corazón con la muerte de su heredera.
Por el estado emocional en el que se encontraba, debió suspenderse el juicio por un momento (se pasó a cuarto intermedio) ya que tras salir de la sala de debate y mientras se hallaba en el cuarto en que están los testigos gritaba de tal manera que se oía en el recinto.
Un cuadro de abusos
Luego testimonió ante los magistrados una hija de la víctima, producto de una relación anterior a la mantenida con Andrada. Se trata de Verónica del Valle Rojas, quien tiene la guarda de dos hijas que tuvo su infortunada madre con el imputado.
Fue su relato el que desnudó una historia de abandono, desprecios y abusos.
La testigo afirmó que además de “asesino”, Andrada “es violador” y mandaba a la fallecida a prostituirse. A las chicas, por su lado, las enviaba a mendigar y refirió que una de ellas había sido abusada por el imputado.
“Cuando se chupaba era malo”, acotó en un momento de su comparendo en el recinto y aseveró que su madre no había dicho nunca nada de Cándido López.
Asimismo, indicó que su madre “no era mala”, mientras que Andrada evitó carearse con la testigo, pese a los comentarios en su contra.
Contundente
El tercer testimonio de la jornada fue el brindado por el médico policial y perito Gustavo Daniel Bono, quien observó la escena del crimen y consideró que la mujer no se suicidó.
Precisó que “el cable (con el que se la ahorcó) no resiste el peso de una persona”, echando por tierra un presunto caso de autoeliminación e hizo hincapié en los signos de violencia ejercidos sobre la mujer.
El funcionario dijo también que Andrada no estaba ebrio a pesar de su aliento a alcohol.
Por su lado, la defensora oficial del imputado, Silvina Muñoz, advirtió que Cándido López presentaba lesiones de ocho horas de data y escoriaciones que podrían ser rasguños, lo que causó un manto de sospecha sobre el testigo, aunque hasta el momento nada lo sindica como coautor del crimen.
El debate es presidido por el juez René Gandarillas e integran el tribunal las vocales Silvia de Camandone y Edith Lezama. E intervienen el fiscal de Cámara, Francisco Márquez y el secretario Roberto Jue.