Escribe: Jesús Chirino
Siempre tendremos la necesidad de preguntarnos, entre otras cosas, ¿cómo todo ese horror fue posible? ¿Cómo tantas miradas se perdieron sin posarse en aquello que debía verse? ¿Qué silenció a los que podían hablar? ¿Qué rutinas hechizaron nuestra sociedad para que dejáramos entrar ese miedo que robó tantos sueños?
Trabajar por la memoria
Desde distintos ámbitos se ensayan respuestas. Las ciencias dan las propias y así el estudio de los procesos históricos va echando luz sobre la cuestión, pero surgen nuevos interrogantes porque el conocimiento es histórico y la evolución social va permitiendo develar algunas cuestiones y quizás opacando otras, por eso resulta necesario no dejar trabajar al olvido que tiene sus fuerzas inerciales. La memoria colectiva debe ser alimentada para que nunca más se dibuje en el horizonte el espectro del terror que hizo suyo el territorio argentino en la dictadura cívico-militar desaparecedora de personas.
A la vera de nuestro río Ctalamochita existe lo que los villamarienses conocemos como “El Reloj de Sol” que sirve para vencer el olvido, las inmensas piedras nos recuerdan nuestros desaparecidos, aunque allí figuran los nombres de los que se conocían cuando se erigió ese monumento a la memoria. En las formaciones pétreas están los nombres de siete de aquellos, a los que debemos sumar otros cuyas familias tienen raíces en estas tierras. Todos recordados por igual, uno de esos casos es el de la chica Susana Beatriz Libedinsky.
Educadora
El 4 de setiembre de 1986 EL DIARIO dio a conocer declaraciones del odontólogo Roberto José Libedinsky, padre de Susana Beatriz, secuestrada en 1976. Había visitado la Redacción del medio de prensa junto a Gregorio Felipe presidente de la filial local de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (ADPH), a su vez Libedinsky ejercía igual cargo en San Fernando, provincia de Buenos Aires. Por esos días concurrió a Villa María para asistir al homenaje que, a un año de su fallecimiento, se le realizaba a su reconocido padre el también odontólogo Roberto Libedinsky.
Susana había sido titulada por la Dirección Nacional de Educación de Adultos y ejercía como maestra alfabetizadora y, al decir de su padre, su “único delito fue enseñarle a leer y escribir a los niños de los barrios de San Fernando”. La pasión para que otros se integraran a la comunidad lectora y pudieran comunicar lo suyo escribiendo. Pero a sus dieciocho años, una madrugada llegaron a buscarla. Su padre lo contó diciendo que fue “llevada de mi casa a las 2,30 de la madrugada de ese día, por diez personas que, presentando largas armas y llegadas en dos Falcon, dijeron ser de la Policía y uno de ellos se presentó como el comisario Repeto, luego reconocido por mi esposa como integrante de la fuerza de seguridad… los hombres, vestidos de civil, adujeron que Susana debía acompañarlos porque estaban haciendo una investigación en torno de la tarea de alfabetización que se estaba cumpliendo en esa ciudad y que no nos hiciéramos problemas porque al otro día retornaría… al otro día recibimos una llamada…” a la que días después le sucedió otra donde les decían que Susana estaba bien pero que no regresaría, un ardid de los secuestradores.
Luego que la sacaran de la casa situada en la calle Constitución 480, de San Fernando, su familia no volvería a ver a esa mujer apasionada por la educación que supo cursar estudios en el profesorado de Jardín de Infantes “Sara Ecleston” y a la cual le gustaba la literatura e incluso dejó algunos poemas escritos. Volviendo al testimonio de su padre, rescatado de las páginas de EL DIARIO, encontramos que dijo “desde el 18 de mayo de 1976, cuando la secuestraron de mi casa las fuerzas de seguridad, nunca más supe nada más de ella”. En este mismo medio, en marzo de 2006, se reprodujo parte de un escrito de Omar Toscano donde dice que “los testigos relataron el violento operativo tras el cual, se llevaron a Susana, dejando todo, especialmente libros, destruidos. Nunca más se supo más de ella”, tampoco de su novio de diecinueve años de edad que también fue secuestrado.
Democracia
Aquella vez que el padre de Susana habló en la Redacción de EL DIARIO entre otras cosas señaló “reivindicamos la solidaridad, la que debe hacerse carne en cada uno de nosotros, para que tomemos conciencia de lo que representa vivir en democracia y defender esa forma de vida… existe presiones muy profundas de los sectores reaccionarios, que dificultan la marcha de la democracia total. Al Gobierno no le es fácil evitar eso”, se refería al encabezado por Raúl Alfonsín del cual puntualizó “hizo mucho por los derechos humanos, pero hay estamentos del Estado que parecen estar en otra cosa”, refiriéndose al Parlamento señaló “hay sectores en el Senado que no quieren para nada que la doctrina de la seguridad nacional vuelva con sus bayonetas contra su propio pueblo, mientras que otros sectores reaccionarios quieren continuar mimando a los militares”. No viene nada mal recordar estas palabras para no olvidar aspectos de las contradicciones que se produjeron en el proceso democrático iniciado en 1983.
Aquel setiembre de 1986, en el acto en que se rindió homenaje al abuelo de Susana, hombre nacido en Buenos Aires que se radicó en Villa María hasta el día de su muerte en 1985, Gregorio Felipe, que presidía la delegación San Martín de APDH, dijo “los dos tuvimos la desgracia de vernos castigados por la dictadura militar a través del terrorismo de Estado. El tuvo que soportar la desaparición de su nieta, Susana Libedinsky, de dieciocho años de edad y su novio de diecinueve, mientras que a mí me llevaron a mi hija, Ester, y su esposo, Luis Carlos Mónaco”.
Cuánto dolor en esas vidas. Dolor impuesto por los trasnochados militares y los civiles que pretendieron eliminar a todos los que pensaban distinto, para así imponer un modelo de sociedad verticalista y autoritaria en la que no tuviera lugar ninguna voz que reclamara por los sectores desfavorecidos. Nunca debemos dejar de revisitar aquellos hechos para no mirar hacia el futuro sin saber de las fuerzas inerciales que trabajan para el olvido y recordar que el miedo no puede fundar nada positivo.