Escribe: Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
A pesar de las recurrentes sequías que la azotan, Córdoba continúa siendo un referente nacional en materia hidrográfica. Sobre todo cuando hablamos de turismo y nos ponemos a repasar alguno de sus ríos más emblemáticos en la materia. Y eso es, justamente, lo que estamos a punto de hacer ahora: zambullirnos en las relajantes aguas de las vertientes que mayor ascendente tienen entre los visitantes y redescubrir sus encantos.
Con la cercanía del verano como cómplice, el foco se posa en cuatro ríos que bien representan las virtudes de los tres grandes valles de nuestra provincia: el Mina Clavero y el Panaholma (Traslasierra), el Santa Rosa (Calamuchita) y el San Antonio (Punilla). Explorando los balnearios y playas que los coronan, resúmenes de una belleza que se extiende por kilómetros, nos disponemos a disfrutarlos.
Ríos Mina Clavero y Panaholma (Traslasierra)
Bajando sigiloso desde las montañas, retoño de la Pampa de Achala, el río Mina Clavero se pone la cinta de capitán del Valle de Traslasierra. Su nacimiento ya se aprecia en las adyacencias del camino de las Altas Cumbres, unos 120 kilómetros al oeste de la capital provincial. Una sutil cascada que va tomando fuerza hasta convertirse en río propiamente dicho, preñando de frescura medula y alrededores de la ciudad a la que le da nombre. Allí, en la localidad de Mina Clavero, es donde el caudal toma coraje y se hace notar con autoridad. Su semblante cristalino, frío en temperatura, riega las costas de sectores propensos para el baño. Es el caso del Balneario Central. Muy cerquita de la plaza San Martín, el espacio presenta cartel de favorito. Caudales de gente para saborear la profunda pileta municipal, formada por un vado. Pegado, las playas céntricas imitan los aires del vecino, aunque con niveles de agua bastante más bajos. Decenas de restaurantes, hoteles y bares estacionados a los costados le dan color al área.
Otras derivaciones del río son los famosos balnearios de La Toma (a cinco kilómetros del centro, destaca por los “toboganes” de piedra naturales que alberga) y Nido del Aguila. Este último es un clásico muy frecuentado entre los jóvenes. Precioso rincón ubicado a 1,5 kilómetros de la plaza, tiene en el gran peñón desde donde saltan los clavadistas (20 metros de altura) y los paredones de granito que encajonan el agua, sus mayores preseas.
Hermano de Mina Clavero, el Panaholma se diferencia de aquél por la calidez de sus mesotermales aguas. Esas que también descienden desde la Pampa de Achala y luego se acomodan de forma vertebrada para coquetear frente a aldeas como Rodeo de las Mulas o la misma Panaholma.
Sin embargo, el esplendor máximo del afluente es alcanzado en Las Maravillas. Un balneario que le hace honor al nombre a partir del fantástico paisaje donde está parado. Vista privilegiada a las sierras grandes, arena impecable, rocas enormes y hasta una cascada, le dan al entorno un toque salvaje que muy bien le queda. Desde allí, son unos cinco kilómetros hasta Villa Cura Brochero, municipio que apadrina el cauce con orgullo. Es en este pueblo de cinco mil habitantes donde residen otras dos joyas del río: El Balneario Municipal y el Balneario Los Cedros. El primero atrae las miradas gracias a su piletón rodeado de espacios verdes, donde la abundancia de turistas tiene acceso a todos los servicios. El segundo, con cualidades parecidas, corona la costanera de la villa, de casi dos kilómetros de extensión. Ambos ríos, el Mina Clavero y el Panaholma, se unen definitivamente en el Balneario Los Cajones, que decide el límite de las dos localidades más importantes de la zona. El río Los Sauces surge como producto del feliz encuentro.
Río Santa Rosa (Calamuchita)
Marcando el pulso de Santa Rosa de Calamuchita y de todo el Valle, el río Santa Rosa armoniza con los cerros como ninguno. La corriente acomete calladita, con laderas cargadas de bosque en el rededor. Casi una obviedad resulta que varios balnearios de la región se vean beneficiados por el cuadro. Santa Rita es el mejor ejemplo. Sumamente concurrido, el complejo de aire familiar mantiene el asfalto a raya, anteponiendo la compañía del verde. La Choza, a escasos metros, goza de características similares.
Ya más cerca del centro, playas como Puchuqui, El Remanso, Soleada, Puente Colgante y Vado Viena, le ponen un poco más de acción a las vacaciones. Postales típicas: asadores, música, barcitos, melancia y mucho movimiento. Si lo que se busca es un lugar aún más decorado de color y juventud, la opción es Miami (a siete kilómetros del centro, camino a Yacanto). En dirección contraria (geográfica y tipológicamente hablando), La Rinconada ofrece grandes dosis de paz y tranquilidad. Así, el Santa Rosa sigue su curso con rumbo sur, hasta esfumarse en la inmensidad del Embalse Río Tercero.
Río San Antonio (Punilla)
El último de nuestros condecorados es el San Antonio. El niño mimado de Punilla, que baja desde la zona de Los Gigantes, atravesando varias comunas y municipios hasta besar las costas de Carlos Paz y morir en el Dique San Roque. Acaso el más visitado de todos, regala una serie de balnearios donde el sabor a temporada se hace notar y mucho. En ese sentido, el que lidera las listas es Fantasio (a cinco minutos de la peatonal). Uno de los más tradicionales de la villa, hábitat de mundos de gente que comulgan alrededor del chapuzón, la sombrilla y el asado. Contiguos, La Hoya, Las Cascadas, Ruta Sol y Las Tortuguitas se reparten el resto de bañistas que aterrizan en este sector de la ciudad.
Sustancialmente más alejado, hacia el sur, Playas de Oro es por definición el elegido por la familia, que acude masivamente a sus aguas de baja profundidad. Continuando en aquella dirección, ahora en las afueras, surgen los balnearios municipales de localidades como San Antonio de Arredondo, Mayu Sumaj e Icho Cruz, entre otras. Se accede a ellas siguiendo al río. Y a los aires que nos dedica el verano.