¿Dónde nació?
“Nací en Villa María, el 3 de diciembre de 1912, pero lo que no sé es a que hora nací (entre risas). Los viejos de antes no eran confidenciales, se llenaban de hijos y después parecía que los hijos les estorbaban, cuando venía gente de afuera a los hijos los sacaban y solamente hablaban los grandes. Ahora los primeros que están son los chicos y los grandes quedan afuera”.
¿Pudo estudiar en su infancia?
“Fui a la escuela pero poco porque a los 12 años tuve que trabajar. Le llamaban la escuela de Zabala, que estaba en la calle Salta, donde había una academia de escultura física. Estaba pasando una cuadra y media el bulevar España, en el barrio Ameghino. Después trabajé de cadete en el Mercado Colón, que estaba donde hoy está la Plaza Centenario, durante un año y medio, hasta el año 1924. Allí estaba en un puesto de verduras donde iban los cocineros, compraban para un hotel la verdura para el día y yo con un canastito salía a repartir todo. En 1928 ese lugar fue tirado abajo y en el año 1934, Parajón Ortiz era el intendente, hizo la plaza. Después trabajé en varios lugares, en la Cervecería Río Segundo (en Alem y San Juan) y en la Bicicletería García, que estaba en Alem y Catamarca, donde ahora hay un comedor”.
¿Luego a qué se dedicó?
“Cuando ya pensaba para mi juventud me dije: si no aprendo nada, más que peón de campo o de albañil otra cosa no voy a ser.
Yo nací en la esquina del bulevar España y Jujuy, donde ahora hay una heladería, y al lado había un galpón de una carpintería, entonces le dije a mi padre que quería aprender el oficio de carpintero, porque me gustaba mucho. Entonces el habló con el dueño y entré a trabajar ahí. Estuve 11 años en ese taller. Cuando salí de ahí, a los 27 años, entré como carpintero a la Fábrica de Pólvora, por una recomendación. Ahí trabajé durante 32 años. Me tomaron por compromiso y a la semana me iban a largar, pero a Raúl Barrera (el jefe de fabricación) le gustó como yo trabajaba y me dejó. Después me tenía en la palma de la mano, llegué a ser capataz durante 24 años del taller, teniendo a nueve hombres a mi cargo. No creo que ninguno haya hablado mal de mí, porque yo sabía mantener las reglas. Gracias a ese oficio, hoy todos los muebles que hay en mi casa fueron hechos por mí. Después me jubilé a los 72 años”.
¿Cómo se compone su familia?
“Tuve dos hijos, un varón que tiene 63 años y una mujer de 70. Mi esposa falleció en el año 1970. Mi casa me la hice con un crédito de la provincia, lo que era la Caja Popular de Ahorro, durante el Gobierno de Sabattini. Tengo 11 nietos y siete bisnietos”.
¿Cuál es su secreto para llegar tan bien hasta esta edad?
“Si toda la gente fuera como yo, sería más social. Yo trabajé para mí y para mi familia, mis padres y mis hermanos. Cuando tuve edad, sin abandonar a mis padres, junto con mi hermano con los dos jornales sosteníamos la casa de mis padres, donde éramos siete personas. En aquel tiempo la gente más que puchero no comía, un hueso con un pedazo de carne, una papa y sopa. Los domingos en algunos lados se comía un plato de tallarines, que era como un lujo. Después me casé y me fui a vivir con mis suegros. A los cuatro meses que me casé se murió mi suegro y la familia se quedó sin sueldo y sin casa. Como yo trabajaba en la fábrica hacía cinco años ya me daban crédito, entonces me hice la casa y amontoné a todos acá adentro. Estuve 12 años comiendo al fiado, porque a mi suegra le daban crédito en el almacén. Yo viví para la familia, nunca fui al cine ni al bar. Tenía un buen sueldo, pero no me podía comprar ni un televisor porque no me alcanzaba, pero hice mi casa y amontoné a ocho personas adentro, eso me pone muy contento”.
¿Cómo cuida su salud?
“Tengo un círculo de comidas, generalmente al mediodía y a la noche como un plato de sopa hecho con caldo de verdura y después una costeleta a la plancha con un poco de ensalada de tomate o puré de papa y una banana de postre. Yo mismo me cocino para mí. Antes también me lavaba mi ropa, pero ahora eso lo hace mi nuera porque ya no tengo fuerza para eso. Nunca fumé y sólo me puse tres veces en curda (entre carcajadas)”.