Les ruego me permitan publicar mi parecer sobre la nota del señor Juan Quiñones, referida a los siniestros viales, en el ejercicio pleno de mi derecho de réplica.
En primer lugar, dicha nota me pareció una absoluta falta de respeto a la familia de Araceli, como así también a cada ciudadano que honestamente está preocupado por este flagelo, considerando la línea argumental exótica, rayana en el palabrerío sin sustancia, que no aporta claridad alguna a un tema tan doloroso.
Esta rebuscada introducción de la sociología, sumado a la andanada de términos seudocientíficos, me produjo el mismo efecto que si alguien me tapara los ojos justo cuando llego a la esquina. Tal grado de inconsistencia argumental no puede menos que ser reprobado y considerársele, apenas, oportunismo demagógico, antes que una exposición medular de soluciones concretas.
Amén que los siniestros viales lideran las estadísticas de muerte juvenil incluso en países mucho más "avanzados" que el nuestro, va de suyo que la respuesta única, inevitable, clave y decisiva, no está en la legislación, ni en las autoridades, sino en el seno del hogar.
Endeble ciencia la sociología si va a lo colectivo excluyendo lo individual.
Puedo, en lo personal, estar en desacuerdo con algunos aspectos de la gestión del actual intendente, pero formulo un enérgico llamado a la sociedad en su conjunto para que de una vez por todas se pongan sobre el tapete las dos palabras que son el nudo de esta cuestión: "Mea culpa".
Tengo por asumido que la vida hay que "laburarla". Que nadie te regala nada. Pero se ha hecho dogma de fe culpar al Estado de todas nuestras desgracias. Cuando no se puede probar que es el Estado, será "la sociedad", como si no perteneciéramos a ella, y haremos incapié en la irresponsabilidad del "otro" conductor, o el vecino, o el que vende las entradas del cine. Cualquiera, menos nosotros.
Señores: la única verdad es que como padres somos una vergüenza. Basta observar cómo conducen buen número de jóvenes, temerariamente, convencidos absolutamente que la desgracia siempre le ocurre a "otros". Estos chicos, (y muchos de ellos ya no tan chicos), no vienen de otra galaxia. Tienen un hogar, una familia, padres.
Padres incompetentes, eternamente incapaces de plantar la bandera de guerra en la mesa y decir "hasta acá llegamos..." fijando las pautas de conducta que pondrán nuestros hijos sino a salvo, al menos mucho más lejos del riesgo gratuito que se asume cotidianamente en las calles, en una suerte de ruleta rusa cuyo disparo final por lo general se lleva puestas también otras vidas.
No es el Estado represor ni los controles lo que resolverá esta cuestión. Será la concientización y esa tarea es indelegable. Corresponde a los mayores de una familia. Si no somos capaces de mirarnos al espejo por las mañanas y asumir que también somos culpables, la dolorosa pérdida de vidas seguirá siendo noticia, aunque hipócritamente nos rasguemos las vestiduras por unos días.
Gustavo A. González
DNI: 11.257.801