Escribe:
Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Miles y miles de años de oleaje y lluvia moldearon en los acantilados del Golfo de San Matías, en las costas de la provincia de Río Negro, unas extrañas formaciones rocosas. Hoy, esos fenómenos naturales le dan nombre al balneario más importante de toda la Patagonia: Las Grutas. Un centro turístico perteneciente al municipio de San Antonio Oeste, ubicado a unos 1.150 kilómetros de Villa María, y que cada año gana más y más popularidad gracias a su arrebatadora figura. Esa que luce playas de dorada arena, mar cálido y azulado y movimiento en su punto justo. La respuesta del sur a la superpoblación veraniega de la costa bonaerense.
Distinta, con razones
Que Las Grutas es distinta, se advierte con el sólo paseo por el centro. Las calles son de tierra, el alma relajada, como queriendo demostrar de entrada que aquí la movida viene con menos turbulencia que en otros lares. Lo dicen las casitas blancas, alineadas con esmero en todo el terreno, adalides de la no ostentación. Bien combinan con el semblante general, sabor vacaciones en familia.
Pero a no confundirse, que gente hay, y bastante. Hoteles, hosterías, cabañas, departamentos y restaurantes ponen cartel de “no hay lugar” durante buena parte de la temporada, lo que se refleja en la pluralidad de sombrillas que conquistan las playas. El detalle está en el espíritu general, de turistas que buscan descansar de verdad, sin ajetrearse, sin hacer colas para comprar una gaseosa, sin pisar talones en la calle. La diferencia es evidente. Con esa filosofía como guía, los visitantes se acercan al mar, usina de relax y de paisajes plenos de carácter. Una línea de tres kilómetros mezcla la arquitectura típica del arriba (según los locales, de aires “mediterráneos”, por el color y las formas de las construcciones) con la naturaleza del abajo, la arena clarita, la roca invitando al descenso. Estos sectores son conocidos como “Bajadas”, de las cuales existe más de una decena.
Con eje en el centro y hacia el suroeste, las Bajadas reciben mote según su alineación. Desde “Cero” y “Primera” hasta “Séptima”, en cadenciosa hilera. Hacia el otro costado aparecen Los Acantilados, La Rinconada y Terraza al Mar. La mayoría de ellas cuenta con los servicios tradicionales de esta época del año (baños, guardavidas, restaurantes y bar). Las más concurridas (fundamentalmente desde la Cero a la Quinta) ofrecen canchas de vóley, juegos para niños, clases de gimnasia y espectáculos de todo tipo. Lo elemental, en todo caso, es disfrutar los días de sol y la calidez del agua (promedio de 25º). Para disfrutar las olas y el viento, pero adentro del mar.
Naturaleza frente al agua
Si la búsqueda está aún más emparentada con la naturaleza, imposible obviar dos actividades emblema de la zona: el buceo y el avistaje de Lobos Marinos. Esta última tiene lugar en Punta Villarino, a unos 3 km del núcleo urbano de Las Grutas. Ya encaminados hacia las afueras, también conviene visitar otros puntos de interés que rodean al pueblo, como Cañadón de las Ostras (favorito de los amantes de la pesca) y Piedras Coloradas (el escogido por quienes buscan tranquilidad con todas las letras). Tras la recorrida, el paseo por el centro vuelve con la Feria de los Artesanos y sus más de 100 puestos, y en el inevitable aterrizaje en los restaurantes locales. Allí los protagonistas, cuando no, vienen del océano. Pejerreyes, salmones, calamares, camarones, sábalos, centollas, almejas y hasta caracoles copan entradas y platos principales. Son los pulpos, sin embargo, las verdaderas estrellas del manjar. Moluscos que desde hace décadas representan el objeto de deseo de los muchos pescadores de la región. No por casualidad, los mismos trabajadores ofrecen el tour denominado “Pulperos por un día”. Ideal para darse la última vuelta por el mar y su fabuloso entorno.