En sus primeros tiempos, los discos se hacían con la voluntad de reflejar la materialidad del sonido de un grupo en directo. Sin embargo, según fueron aumentando las posibilidades técnicas de los estudios de grabación y las ambiciones de músicos y productores, la fabricación de discos se ha convertido en un proceso autónomo cuyas reglas poco tuvieron que ver con el hecho de tocar en vivo. En realidad, los artistas (gran parte de ellos) preferían tocar en vivo en contacto directo con el público, palpando el calor que les profesaban, pero inexorablemente sus obras se materializaban ante una mesa mezcladora, combinando las partes grabadas por separado y por cada miembro.
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO
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