Un durísimo golpe recibieron en la víspera todos aquellos que vienen realizando denuncias por el gigantesco basural a cielo abierto que se erige en una de las márgenes del barrio Botta.
Es que ayer, los frentistas pudieron conocer que las autoridades municipales en lugar de hacer valer su rol de contralor sobre el predio denunciado (prometen hacerlo de ahora en más), firmaron un contrato con los propietarios del lugar (César y Gustavo Pérez) para llevar a lugar “escombros, restos de poda y arena”.
Por la colaboración prestada, los señores Pérez cobrarán 10 mil pesos mensuales (2.500 pesos en crédito fiscal municipal que sirve para pagar tasas y tributos a vencer, y 7.500 pesos en efectivo).
De yapa, el convenio fue aprobado por los ediles de todas las bancadas que justificaron la iniciativa manifestando que “el municipio volcará allí materiales de relleno que contribuyan a la compactación de la cava”.
Sobre el particular, el concejal radical Carlos Gagliano indicó que acompañaban la iniciativa por “los trastornos que la misma significa para los vecinos debido a que fue un efecto no deseado de las obras de la autopista”.
De lo que no se habló, o al menos no quedaron registros de ello, fue el del alto nivel de contaminación que ya presenta el lugar y las constantes quemazones que han provocado, entre otros perjuicios, que vecinos sean hospitalizados por intoxicaciones.
Tampoco hubo expresiones sobre qué tipo de material contienen los volquetes que, por centenares, vuelcan su contenido todos los días en el espacio privado y absolutamente vedado al ingreso de cualquier particular que pretenda elevar una queja.
Remedios tardíos
Según los fundamentos del acta acuerdo promovida para su ratificación por el intendente Eduardo Accastello y el titular de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Urbano, Rodolfo Bergamasco, los tenedores del inmueble “tienen por objetivo remediar el suelo y en consecuencia permiten el ingreso de camiones o vehículos municipales para efectuar volcamientos (…)”.
Por supuesto, el convenio advierte que “está prohibido el rellenado con residuos sólidos urbanos peligrosos, patógenos y todo otro que contenga material orgánico y fundamentalmente nada en bolsas de plástico o similares”.
El detalle es que los enterramientos no comenzaron precisamente en noviembre de 2012 (fecha que marca el comienzo del contrato por un año), sino que largo tiempo atrás vienen sucediendo ¿Y los residuos de todo tipo que ya subyacen en el terreno? ¿serán desenterrados, clasificados y trasladados al lugar que corresponda?
Por otra parte y a futuro, la comuna local se obliga “a colocar cartelería circundante al predio referida a la prohibición de basura” y a “prestar su colaboración en la limpieza de la calle de ingreso al predio”.
Finalmente, el documento estipula que los municipales colaborarán “en caso de ser necesario, para el caso hipotético de incendios que se produzcan en la cava y que superen la capacidad de trabajo de los Bomberos”.
Basura bajo la alfombra
La cava que existe en los límites del barrio Felipe Botta con el Paraje Colonia “La Rural” es quizás el basural urbano más grande en el ejido de Villa María.
De diez hectáreas de extensión y varios años de existencia, el rellenado (con todo tipo de residuos) pone en jaque el futuro ambiental de un sector que ha crecido en cantidad de pobladores. De esto no hay dudas.
Del grado de contaminación, saben los vecinos que se intoxican con las quemazones indiscriminadas y que no se les permite sofocar. Los frentistas que ante todos los medios cuentan su padecer y ruegan porque se proteja su calidad de vida.
De la basura de todo tipo, saben aquellos que se han servidos alimentos que manos inescrupulosas decidieron abandonar allí.
La polución del vertedero a cielo abierto tampoco es noticia para las autoridades de la Secretaría de Ambiente de la provincia que, tiempo atrás, realizaron inspecciones motivadas por las denuncias de los frentistas.
Los únicos que no se enteraron de lo que acontece en el desmesurado foco infeccioso son las autoridades municipales y, lamentablemente tampoco los concejales que dejaron pasar de largo una inmejorable oportunidad de conocer la realidad de un lugar existente más allá de la ruta pesada, en los confines de la Villa María profunda ¿y olvidada?