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El Peregrino Impertinente
“A las sierras”. Uno le pregunta al amigo a dónde se va de vacaciones y le responden “a las sierras”. Como si “las sierras” fuera un lugar concreto, un punto determinado del mapa, un municipio con su propio nombre, código postal y flor de garca que bajo el disfraz de hombre sencillo y campechano oculta una ambición desmedida de poder y dinero y a quienes los paisanos llaman “intendente”. Pero no, caramba: las personas se trasladan a una localidad específica. La casita la alquilan en Villa del Dique, en Tanti, en Los Cocos, no en “las sierras”. Haga la prueba, vaya a la Terminal y diga: “Hola señor de boletería con cara de que mataría a su propia madre con tal de irse a la casa 15 minutos antes, déme un pasaje para “las sierras por favor”. Lo inflan a trompadas.
Para que nos entendamos: lo que comúnmente conocemos por “las sierras”, es la porción del territorio de nuestra provincia habitado por montañas.
Un área gigantesca, que se distribuye en distintos puntos, concentrándose fundamentalmente en el oeste (a ver si agarramos un mapa, será de Dios). Forman parte de dicho espacio diferentes regiones, siendo las más importantes la del Valle de Calamuchita, la del Valle de Punilla, la del Valle de Traslasierra, la del Valle de Paravachasca, la de las Sierras Chicas y la de las Sierras del Sur. Cada una de las citadas zonas tiene una geografía, cultura y atractivos propios, especiales, únicos. A su vez, cada una cuenta con decenas de ciudades, pueblos y comunas independientes entre sí, con sus peculiaridades, sus encantos y sus chistes de “A aquel guaso le dicen…” ¿Por qué estrechar la riqueza de ese fascinante caleidoscopio englobando todos los rincones que lo constituyen en la expresión “las sierras”? ¿Es por pereza verbal?¿Falta de memoria acaso?¿O simple y llana pelotudez? Gentes, vamos a llamar a las cosas por su nombre: al pan, vino, y al vino... no, esperen, no era así. En fin…
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