¿Cuál es la visión de la Iglesia Católica, la Evangélica y la Judía acerca de la eutanasia? ¿Existe un solo tipo de eutanasia? ¿Qué diferencia hay entre matar a un moribundo o dejar de practicar acciones médicas para prolongar su agonía? Estas fueron algunas de las preguntas analizadas en el panel integrado por Alejandro Balanza (médico), Miguel Zandrino (médico y evangélico), Luis Pérez Seggiaro (pastor evangélico y médico), Pedro Luchesse (sacerdote católico) y Pablo Gornitz (médico y practicante judío).
El debate fue propuesto como actividad de cierre de una capacitación para enfermeras que organizó el Sanatorio Cruz Azul.
Desde el punto de vista técnico, abrió el panel Alejandro Balanza, quien señaló que la muerte y la medicina se unieron en tiempos relativamente recientes. “Antes, se moría en la casa, rodeado de los seres queridos. Hoy, es en la Terapia Intensiva, acompañado de médicos o enfermeras”.
Este cambio en la cultura de la muerte trajo aparejado que la medicina se ocupara más de esa instancia. “La muerte, se ha medicalizado, pero la medicina se ha llenado de muerte”, señaló.
Una vez hecho el análisis de la evolución cultural en torno al fin de la vida terrena, apuntó conceptos para distinguir lo que se conoce como muerte digna, a través del suicidio asistido u homicidio piadoso, según se quiera ver; de la eutanasia.
“La eutanasia se clasifica en distintos tipos. La solutiva es la que no presenta problemas éticos, porque se trata de asistir a un moribundo hidratándolo, quitándole el dolor, sin interferir con el tiempo que le queda de vida. La resolutiva, es la que sí reduce el tiempo que le queda de vida”, puntualizó.
En esta última distinción, señaló que puede ser pasiva (por ejemplo, cuando se retira el respirador que mantiene a un moribundo con vida), adistanasia (sería algo así como no poner el respirador) y eutanasia directa, la que asemejó con el homicidio piadoso.
Concluyó su exposición indicando que la muerte “no es un tema excluyente de la medicina, sino también de la Justicia, la filosofía y hasta de la poesía”.
A su turno, Miguel Zandrino, quien viene trabajando en el estudio de la bioética, afirmó que hay un planteo desde los valores que se hacen los médicos cuando se encuentran con un paciente terminal.
“Determinar que no hay esperanza de que me mejore se define con un diagnóstico correcto”, dijo, haciendo la salvedad de que la medicina no es una ciencia exacta. Pero partiendo de un diagnóstico preciso, en el que el médico puede expresar que el paciente se va a morir irremediablemente, entendió que el procedimiento que hay que seguir se funda en la adecuación del esfuerzo terapéutico, es decir, no aplicar tratamientos innecesarios que sólo provoquen padecimiento.
En ese tramo de su disertación, dio a conocer los cuatro principios de la bioética:
4 No maleficencia, que es no prolongar la agonía.
4 Beneficencia, que es lograr una muerte digna.
4 Autonomía, que se basa en el respeto a los valores del paciente.
4 Justicia, que es la equidad en la distribución de los recursos.
“Los recursos que se aplican deben tener proporcionalidad, es decir, hay que medir el padecimiento que se le causa a un enfermo con el beneficio”, afirmó.
Zandrino fue quien dijo que los médicos no deben abandonar al paciente ni privarlos de su dignidad. “Debemos humanizar la medicina”, concluyó.
Mirada religiosa
A su turno, Pedro Luchesse, el sacerdote católico que integró el panel, abrió el fuego del panel ecuménico señalando que en un mundo hedonista y que sobrevalora lo eficiente, pareciera que el dolor o la vejez no deberían existir.
Contrarrestó esa filosofía con la Biblia, destacando que en el Antiguo Testamento se venera la vejez y que se deja sentado que el “hombre no es dueño de la muerte”, sino que debe confiarse al plan de Dios. En el Nuevo Testamento se escribió que ningún hombre puede decidir arbitrariamente entre morir o vivir.
“Pero si apreciás la vida sólo si te da placer y bienestar, el dolor aparece como algo insoportable. La tentación de la eutanasia es una constante de nuestro tiempo”, dijo.
Dejó sentado que la Iglesia Católica rechaza la eutanasia, pero también el ensañamiento terapéutico “por la desproporción que representa”.
Luis Pérez, cristiano evangélico y pastor de su Iglesia, reseñó opiniones de referentes de distintos cultos, indicando que hay consenso en rechazar la eutanasia directa, es decir, la que provoca la muerte de un moribundo.
“Los médicos no somos dueños de la vida, sólo tenemos el privilegio de curar”, dijo. A la par que señaló que, como religioso, cree que la muerte no es el fin, sino el principio.
Cerró el panel ecuménico Pablo Gornitz, médico también de profesión y practicante judío. “Para los judíos, el hombre es polvo de la tierra y soplo divino”, aludiendo a la condición natural, física del ser humano y a la espiritual. En base a ese concepto, la muerte es la separación entre cuerpo y espíritu.
“Los judíos también creemos en la reencarnación, que se dará cuando venga el Mesías y el mundo vuelva a ser el jardín del Edén”, agregó.
Desde ese marco religioso, explicó que ellos no acuerdan con la eutanasia activa y ponen algunos límites a la donación de órganos.
“La muerte no se puede acelerar”, dijo, aclarando que diferencia el concepto de eutanasia pasiva “que es retirar algo para que el alma pueda desprenderse del cuerpo. Eso no es acelerar ni retrasar la muerte”.
En definitiva, hubo coincidencia entre los representantes de distintos credos en desaprobar la idea de eutanasia directa, como hecho que provoca la muerte; a la par que reflexionaron sobre los métodos que se aplican para extender la vida más allá de todas las esperanzas. En ese caso, prefieren el acompañamiento, antes que lo que llaman “ensañamiento terapéutico”.
“La muerte se ha medicalizado, pero la medicina se ha llenado de muerte”, Alejandro Balanza
Fotografías: 1) Alejandro Balanza abordó el tema desde el punto de vista científico
2) El panel estuvo integrado por un sacerdote católico, un pastor evangélico y un practicante judío
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