Cada vez hay más celíacos. Crece el espacio en las góndolas de los supermercados con productos libres de gluten. Hasta se debaten regulaciones y leyes para la industria alimenticia y la salud con el fin de proteger a los que padecen intolerancia a ese elemento.
¿Qué pasó para que lo que era una condición rara y grave, que por lo general se daba sólo en niños, tenga hoy la altísima prevalencia de un 1% del total de la población, lo que la convierte en una enfermedad frecuente?
¿Más enfermedad o más diagnóstico?
“En realidad, desde hace años sabemos que no es una enfermedad rara, que hay una prevalencia de 1% de enfermos celíacos sobre el total de la población y que por lo tanto ya constituye una enfermedad frecuente en la clínica”, dijo a Infobae el doctor Julio Bai, jefe del Departamento de Medicina Interna del Hospital Municipal de Gastroenterología Bonorino Udaondo, de Buenos Aires.
“En los últimos 10 años ha mejorado notablemente la capacidad de los médicos de diagnosticar porque están conociendo la enfermedad y porque tienen herramientas para hacerlo y eso puede dar una falsa idea de ‘epidemia’”, agregó.
“Cuando yo empecé en la profesión hace 30 años la enfermedad celíaca era de niños, de gente joven, y era excepcional, respondió por su parte Juan De Paula, jefe del Servicio de Gastroenterología del Hospital Italiano. Los que cambiaron la alerta médica fueron los anticuerpos, la capacidad de detectarlos en sangre. No hay epidemia, sino una real prevalencia de alrededor del 1% de la población total. Está subdiagnosticada todavía. En el Hospital Italiano hicimos un estudio -pensemos que se trata de un ámbito de alerta elevada y de una población muy vigilada- y sin embargo sólo se detectó en 1 de cada 300, lo que indica un diagnóstico muy por debajo de la prevalencia”.
Bai, por su parte, cree que además del aumento de los diagnósticos, hubo un aumento de casos: “Un hecho importante es que la real prevalencia de la enfermedad -esto se sabe por estudios hechos en Holanda, Finlandia y Estados Unidos- se ha duplicado, o sea, que además de diagnosticarse más, mucho más, hay un real aumento de la enfermedad. No es fácil de explicar, pero no ocurre sólo con la enfermedad celíaca, sino con otras autoinmunes, como la diabetes tipo 1 o la enfermedad tiroidea, que están duplicando su prevalencia cada 20 años aproximadamente”.
En cuanto a las causas posibles de esto dice: “Hay muchas teorías, como que se han producido mutaciones en la estructura de los cereales, otras que tienen que ver con alteraciones del mecanismo de defensa del organismo, pero ninguna de esas cosas está hoy por hoy probada”.
Cómo se la detecta
“Hoy -dice De Paula- la tendencia es alertar a todos los médicos, no sólo a los gastroenterólogos, de las condiciones que puedan estar relacionadas con la enfermedad celíaca, porque los clínicos y otros especialistas detectan cosas que pueden tener que ver con este trastorno tales como anemias, alteraciones de la fertilidad, osteoporosis, enfermedades de la piel y algunas neurológicas. Entonces, muchos pacientes reciben el diagnóstico no por ir al gastroenterólogo, sino a partir de la consulta con otro especialista”.
Sin embargo, advirtió que como “la dieta libre de gluten puede mejorar la calidad de vida de personas que no son celíacas o borrar algunos de los marcadores de la enfermedad en quienes sí lo son, además de que los tratamientos suelen tener un efecto placebo, nunca hay que comenzar una dieta libre de gluten sin tener un diagnóstico confirmado”.
En cuanto al proceso de diagnóstico, Bai lo describe así: “Por lo general, el paciente consulta por síntomas como distensión, dolor abdominal, diarrea, pérdida de peso; puede también haber anemia crónica. El médico pregunta antecedentes, evalúa clínicamente al enfermo. El siguiente paso es la búsqueda de anticuerpos en la sangre y luego se confirma con biopsia qué muestra la alteración de la vellosidad de la mucosa del intestino delgado”.
Existe también el sobrediagnóstico de la enfermedad, en general por médicos que no son expertos en el tema, debido a una mala interpretación de la biopsia que puede dar falsos positivos. Pero en realidad es una enfermedad más sub que sobre diagnosticada, algo que, dicen los especialistas, ocurre con frecuencia con enfermedades como ésta que tiene un espectro muy amplio: de casos gravísimos a personas que no tienen casi sintomatología.
El riesgo de no saber
¿Qué pasa con los pacientes que no son diagnosticados?
“Lo que se sabe -respondió De Paula- es que en general los no diagnosticados son los que tienen menos síntomas porque es una enfermedad que presenta muchos grados, desde un chico que si no deja el gluten, está en riesgo de muerte, hasta un señor al que se le diagnostica la enfermedad a los 90 años y vivió siempre con ella sin mayores trastornos. O sea que el espectro clínico es enorme y por eso el impacto clínico de los pacientes con pocos síntomas es menos conocido. De cualquier manera se sospecha que la exposición al gluten de forma persistente en pacientes no diagnosticados incrementa el riesgo de la aparición de enfermedades autoinmunes como la diabetes, la enfermedad tiroidea y otras complicaciones”
Al respecto, cita un ejemplo interesante e inquietante: “En EE.UU. se hizo un trabajo a partir de descongelar el suero de personas a las que se les había extraído sangre muchos años atrás y lo que se encontró fue que la gente que tenía anticuerpos que indicaban enfermedad celíaca mostraba también mayor incidencia de neoplasias o tumores”.
“Hoy sabemos lo que les puede pasar a los diagnosticados, pero no es posible seguir al que no lo está -dice Julio Bai- y sólo tenemos diagnosticado el 5% del total de celíacos que calculamos que debe haber. De los no diagnosticados, es muy probable que la mitad sea porque tiene escasa percepción de la enfermedad y por lo tanto no consulta al médico. Hay individuos que tienen poca sintomatología o incluso ninguna”.
“En cuanto a los diagnosticados, agrega, lo que vemos es baja calidad de vida, aumento de tumores, fracturas, alteraciones nutricionales; pero estamos hablando de individuos que se encuentran en el extremo más agudo de esta condición. Por otra parte, los síntomas son bastante compartidos con otras enfermedades, con cualquier alteración del aparato digestivo, como por ejemplo el intestino irritable”.
¿Puede haber una intolerancia al gluten pasajera o no relacionada con la enfermedad celíaca?
“Hay una entidad nueva llamada sensibilidad al gluten no celíaca, es decir, que no genera lesión o daño importante en la mucosa intestinal, pero sí mala calidad de vida”, dice Bai.
También De Paula menciona esta “intolerancia al gluten no celíaca” que es “nueva en el mundo de la ciencia porque se la detectó recientemente y se la está empezando a describir: la diferencia es que la enfermedad celíaca produce anticuerpos y daño epitelial de la mucosa del intestino delgado y en el otro caso no hay atrofia de las vellosidades de esa mucosidad”.
Severidad de la dieta
¿Es complicado el tratamiento de esta enfermedad?
“Hay dos formas de ver esto, dijo De Paula. Cuando el paciente está muy enfermo, grave, tener un tratamiento sin drogas y que permite una mejoría clara sin otra cosa que una dieta suena muy bien. El problema es cuando el paciente tiene muy pocos síntomas y tiene que adoptar hábitos alimenticios que implican un cambio drástico de estilo de vida, porque el gluten no está sólo en los productos obvios, como el pan, las pastas, las galletitas, las pizzas y empanadas, sino que también está en la mayor parte de los productos de la industria, como por ejemplo jamones, embutidos, latas, dulces, golosinas, dentífrico y yogures”.
La presencia de este producto en tantos alimentos elaborados se debe a sus propiedades. La palabra gluten viene de aglutinar. Sus propiedades únicas de absorción de agua, viscoelasticidad y termocoagulación lo diferencian de las demás proteínas vegetales. Además no tiene gusto y es económico, lo que lo vuelve muy apto para industrializar alimentos.
“Eso coloca al paciente en una restricción muy severa y le exige un gran conocimiento de los alimentos, marcas y presentaciones, dice De Paula. Por otra parte debe luchar contra la propia familia y los amigos que le dicen ‘no seas obsesivo’, ‘probá un poco’, ‘qué te va a hacer una galletita o un chocolatín’, pero como es una enfermedad inmunológica no tolera el gluten ni aun en cantidades muy pequeñas. Así que el paciente debe luchar contra su propio deseo de comer, lo que le está vedado, más la gente que lo trata de obsesivo. Por lo tanto hay que hacer un entrenamiento del paciente, de la familia y de la sociedad”.
Fuente: Infobae, Buenos Aires.