Escribe:
Lic. Alfredo Koncurat
La mal llamada estatización de YPF (no existe estatización, sino expropiación del 51% del paquete accionario que le permite al Estado tomar el control) supone una acción estratégica para el Gobierno que, cuestionado por sus formas deja en claro que a pesar de sus detractores aplica una y otra vez respuestas heterodoxas a los dilemas de turno.
El vertiginoso crecimiento de la última década ha puesto en manifiesto la falta de atención que el tema requería y con el aumento lógico de demanda se desnuda la profunda crisis energética por la que atraviesa el país.
Tal como podemos apreciar, la situación muestra un claro deterioro.
Es indudable que tal situación requería una rotunda medida y una vez más se buscó una solución de cuajo: tomar el control de la principal empresa energética del país.
Con el control de YPF en la mano, el Gobierno redobló la apuesta la última semana con una colocación en el mercado de Obligaciones Negociables que rápidamente fueron adquiridas por inversionistas.
Esta nueva jugada permitiría a la empresa contar con los fondos necesarios para reactivar actividades de exploración y también para aumentar la producción a corto plazo.
Clave para un crecimiento sustentable
“YPF no es sólo una empresa, es algo más, es parte de un proyecto nacional”, afirma su presidente Miguel Galuccio.
Es que a pesar de las nuevas fuentes de energía, el petróleo sigue siendo por lejos el combustible más barato y plantea un lucroso negocio.
Sin embargo, a pesar de ser excelente negocio, el petróleo es también un recurso estratégico, tan sólo el 15% del petróleo del mundo está controlado por manos privadas.
Si bien es cierto que en la actualidad muchas empresas estatales cuentan con participación del sector privado, como sucede con la brasileña Petrobras o la rusa Rosneft, casi todos los países del mundo controlan ese preciado “oro negro” y es claro que el por ahora recurso estrella es fundamental para planear un país a largo plazo.
Es así como la independencia energética es vital y pasa a ser una condición necesaria para pensar en un crecimiento sustentable a lo largo del tiempo.