"Adiós, niña”. Lo reiterará mientras dialoga con EL DIARIO bajo la sombra de un árbol, en su casa de calle Belgrano.
Así saludará a las vecinas que pasan por su vereda. Aquí, se nota, es uno de los hombres más queridos y emblemáticos del Malvinas Argentinas.
Se llama Pedro Vilches y tiene 72 años. Es gitano, nacido en Chile y habita en Villa Nueva desde hace cuatro décadas.
“He recorrido toda Sudamérica y Centroamérica. Tuve la suerte de hacerlo. También estuve en toda la Argentina y es una belleza”, contó.
Pedro dice amar el sur del Continente Americano y de sus relatos se evidencia que lo que más lo gratifica es que le causó una notable apertura mental.
“Diría que todos los países son maravillosos, pero esta zona parece el Edén. ¿Vos conocés las sierras de Córdoba? Viste lo que son, un Edén”, consultó a este cronista.
“Sin dudas Dios nos ha dado mucho pero, no sabemos aprovecharlo bien”, consideró el entrevistado.
Recuerda que en Chile no se estaba muy bien en la faz económico-política. “Teniendo millones en el banco, mi hijo se moría de hambre. Allá solíamos tener una sola vez al mes la leche Nido. Teniendo todo, se alimentaba a los niños mal porque la buena comida se vendía al exterior”, develó.
Junto a su mujer, Rosa Contrera, emprendió el viaje hacia la Argentina. Sus hijos, Juan Carlos (47) y Vilma (49), eran muy pequeños.
El rememorar aquellos años lo llevará a transitar fragmentos de su existencia que le quedaron grabados a fuego en su corazón. “En el 49 yo era chico y viajé por el Amazonas. Cobrábamos en oro. Recuerdo que las mujeres andaban semidesnudas y los hombres con taparrabos. En el 50 cuando pasamos ya todo era una factoría y se veían los carteles “Made in USA”. Hace poco escuché que distintas etnias fueron masacradas. Así es la vida, injusta con algunos sectores”, dijo en tono de tristeza.
“Así es Sudamérica. A este país lo han querido destruir, pero no han podido”, aseveró.
Pedro dice que no cambiaría por nada a Villa Nueva, una ciudad a la que adoptó con el alma.
“Me quedé por la tranquilidad que existe. Siempre me viene a la memoria algo que ocurrió cuando Reynaldo Navarro era el intendente. Quiso anexar Villa Nueva a Villa María y la gente le dijo que no; me gustó esa forma de pelear por el terruño”, valoró.
Repitió en el diálogo con este matutino esa circunstancia, dando por sentado que lo llenó de orgullo: “La personalidad y forma de ser del villanovense es sumamente valiosa; hay un amor hacia la tierra”.
Este diario, entonces, le cuenta que hace dos años hubo gran polémica por un convenio de “hermanamiento” entre las dos localidades y que se generó un singular rechazo.
“Sí, lo sé. Pero fíjate que la movida la hicieron los villanovenses, no los villamarienses, que ya tienen una ciudad grande”, advirtió.
Echando raíces en esta población, trabajó y crió junto a su compañera a sus dos hijos. Se desempeñó laboralmente en Ford, Mercedes Benz y fue jefe de taller en Dodge, siempre en Villa María.
Se jubiló “de viejo”, según contó entre risas.
“No me alcanzaban los años de aporte y conseguí jubilarme a los 71 años. Demoré cinco años para hacerlo, precisamente por esa razón”, explicó.
El hombre hizo gala de su amabilidad. Se extendió en sus relatos con gusto, dispuesto a contarle a los lectores aspectos de su experiencia. “Estoy jubilado, así que tengo todo el tiempo para sentarme con ustedes”, le dijo a EL DIARIO.
Por ejemplo, reveló que su apellido original no es Vilches. “Es Aristich, recuerden que yo soy gitano. Ocurre que en el 48, cuando queríamos salir de Chile, no podíamos hacerlo por ser gitanos. Entonces mi papá le pidió a un juez la modificación del apellido porque nos molestaba y así fue”, relató.
Consultado sobre si le dolió haber perdido su apellido, respondió que en ese entonces no, pero que actualmente sí. “A esta edad duelen cosas que anteriormente no. Hasta me daba vergüenza ser gitano y ahora no, para nada”.
Nunca ha vuelto a su tierra chilena, algo que le gustaría hacer ahora, ya en épocas en que no trabaja.
“Haré lo posible por volver. Mi hija se está por ir. Quiero enseñarles ese país a mis nietos, luego volver por Bolivia”, confesó.
Este viaje eventual es mucho más que un viaje para este caballero que observa el ir y venir de sus vecinos desde la sombra de un árbol en el Malvinas. Es, también y por sobre todo, la posibilidad de que sus herederos abran la cabeza, conozcan otras culturas y otras tierras y salgan de la vida uniforme.
“Los chicos de hoy tienen poca información del mundo en el que vivimos y eso me preocupa”, declaró. Con visos de amargura, advirtió que “no salen de una plaza, de su lugar de siempre, porque no pueden, no conocen otra cosa”. “Tienen que saber que hay un mundo diferente y hermoso”, apuntó.
“La juventud de hoy está encerrada en la noche, en ir al boliche, en pensar en la plata. Hay que hacerle ver otros horizontes”, señaló.
Contó que cada tanto viene algún sobrino a visitarlo y le trae novedades, “que son bravas”.
Dirá que el mundo ha cambiado y eso lo ha sorprendido.
“Mi sobrina me envió el video de su casamiento y vi que quien llevaba la bandera es un hombre que declaró abiertamente su homosexualidad. Cuando yo era chico, serlo era un equívoco. Me da cierta tristeza actualmente, porque pienso que lo son por falta de información”, opinó.
“Los hombres nos besábamos en la mejilla y ese beso era viril, fuerte”, rememorará.
A Pedro lo desvela el avance de la drogadicción en la sociedad. Lo desvela, lo preocupa y lo entristece. Lo dijo en varios pasajes de la charla. Sin embargo, se lo vio esperanzado porque, cree, la cosa ha mejorado y se está evitando que crezca el flagelo.
El tema lo transportará a su experiencia en el fútbol. Es que junto a Santiago Gaspar impulsó El Porvenir y con Walter Gómez el Malvinas Argentinas, generando un espacio de baby fútbol.
“Quisimos sacar a los niños de la calle”, apuntó ahora.
“Yo no quiero que salgan chupados de las confiterías, por eso valoro cuando hay medidas tendientes a ese fin”, añadió.
“El fútbol me encanta y he jugado muy bien, allá en la Católica de Chile”. Nombrará luego a los Alamo, entre otros, como los referentes del deporte en esta localidad.
Hincha fanático de Alem, ya no está en el mundo de la pelota.
Describirá con pasión aquellos tiempos en que incursionó en el baby. “Los chicos me enseñaron mucho. Tienen un campo receptivo de cualquier cosa que uno quiera enseñarles, es llamativo”, declaró.
Por este motivo, remarcó que “se necesitan buenos maestros”. “Debemos, como sociedad, preparar bien a gente con principios y respeto para que sea eso lo que se le enseñe a nuestros hijos y nietos. Noto que se vienen perdiendo los principios y eso es lo peor que nos puede ocurrir”, advirtió Pedro.
“Es tan sencillo hablar bien, sin groserías. A mí me gusta (el actor cómico) Juan Carlos Calabró, porque hace reír de una manera sana, sin groserías, sin malas palabras y sin malos pensamientos. Es tan fácil respetar. Además, si uno respeta, es respetado”, aclaró.
Respalda con vehemencia a la presidenta Cristina Fernández. Dijo admirarla y apuntó que “digan lo que digan, trabajó y trabaja por el progreso de todos”. Sostuvo que “este país tiene todo para avanzar”, confió que le causó “mucho dolor” la guerra de Malvinas y que “no había necesidad de pelear porque indiscutiblemente son nuestras”.
Destacó que lo mejor del barrio “son los vecinos, la gente” y que lo peor “no es algo de este barrio, sino de toda la sociedad y es la droga”.
“La droga está cundiendo mucho y me hace muy mal verlo. La vida es tan linda... no debemos arruinarla ni desperdiciarla con esas porquerías. No hay que perderla”, resaltó.
EL DATO
El barrio Malvinas Argentinas fue construido durante 1982 y por eso lleva el nombre de las Islas, ya que en ese año se desató el conflicto bélico con el Reino Unido, cuyo resultado fue adverso para la República Argentina, por entonces gobernada por una dictadura militar. Aquella guerra significó el comienzo del fin de ese Gobierno de facto.
La fecha de fundación es el 17 de noviembre de 1982, cuando se entregaron las llaves de la primera parte del Plan de 124 Viviendas al que hace alusión Alba en la nota de arriba.
La segunda entrega, según apuntó Sergio Basualdo en su libro “Un lugar llamado Villa Nueva”, se concretó el 11 de marzo de 1983.
Con el tiempo, fue anexado el triángulo que abarcan la avenida Libertad, Córdoba y Lima.