Después de un año de trabajo, los jóvenes del Lavadero Nuevo Sol lograron cumplimentar todos los requisitos para obtener la matrícula del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) que los acredita como cooperativa de trabajo.
"Es un punto de inflexión, porque ahora pueden tener CUIT y facturar para ampliar las posibilidades del lavadero", dijo Verónica Vivó, secretaria de Desarrollo Social de la Municipalidad.
Esto les permitirá, por ejemplo, inscribirse como proveedores de la comuna para que los vehículos oficiales se puedan lavar allí, abriendo la puerta para más trabajo a los ocho jóvenes asociados a la entidad.
"Otro campo que se abre es el del apoyo del sector privado. Estuvimos compartiendo una reunión con empresarios, a quienes les informamos de este emprendimiento. Muchos no lo conocían y están dispuestos a apoyar", agregó la funcionaria.
La charla se dio en el marco del brindis de fin de año, en la que los chicos, algunos padres, clientes y asesores celebraron el fin de un año de trabajo y crecimiento, augurando el desarrollo y la consolidación del proyecto para 2013.
La cooperativa surgió impulsada por la Municipalidad, con el objetivo de dar un espacio de formación laboral para los jóvenes que estaban en situación de calle.
Así fueron transitando el camino de las responsabilidades que genera un trabajo y aportando para la gestión cooperativa, logrando dar los primeros pasos.
Voces
En el brindis, la madre de uno de los chicos que forma la Cooperativa, Noemí Silvana de Ferreyra, destacó que su hijo ingresó al grupo de trabajo haciendo una pasantía por la Escuela Especial 20. "Después quedó y la verdad es que lo ayuda mucho, porque al terminar la escolaridad no tenía muchas posibilidades de insertarse fácilmente en otro lugar", dijo.
También participó del brindis uno de los clientes abonados al servicio de lavadero de autos. En diálogo con EL DIARIO, Miguel Mazzini, dijo que se enteró del proyecto el año pasado, por un amigo. "Vine un día y vi que los muchachos trabajan bien, son honestos y muy amables", señaló. Por eso, cuando se lo propusieron, no dudó en abonarse al servicio y recomendarlo.
Miguel, uno de los ex integrantes del grupo, aseguró que la inserción en el lavadero fue una puerta que le abrió muchas alternativas. "Yo estaba mal, medio tirado. Un día me llamaron a trabajar y me sumé. Cumplía un horario, recibía unos pesos y eso me ayudó mucho para empezar a salir adelante", dijo.
Ahora, está trabajando en la plaza Centenario haciendo tareas de mantenimiento y espera ingresar a trabajar en el Corralón de la Municipalidad. "Igual, vengo siempre al lavadero porque aquí vi las posibilidades que hay. Te dan becas, te ayudan para que sigas estudiando. Hay una banda de gente que está en la calle y que no sabe todas las ayudas con las que se puede contar", señaló.
Una razón más para creer
Noemí Silvana de Ferreyra, la mamá de Sebastián, un joven discapacitado que está en el Lavadero Nuevo Sol, no atraviesa el mejor de los momentos. Trabajaba en el Kinvi y se quedó sin empleo cuando el supermercado cerró. Sin embargo, sus pesares no la ciegan para dejar de ver los pesares ajenos. Cuando Sebastián le comentó que otro de sus compañeros, Miguel, estaba en la calle y deprimido, ella no dudó en abrir las puertas de su casa y ofrecerle un hogar a Miguel. "Es la primera Navidad de muchas que la paso sin drogarme. En la casa de Noemí es como que no pensás en eso, sino en hacer cosas buenas", dijo Miguel.
Las historias de Noemí, Sebastián y Miguel, entrelazadas solidariamente, nos permiten ver que no todo está perdido y que siempre la humanidad nos da razones para creer.