Escribe: JUAN MANUEL GORNO
Vélez, en primera división, acentuó la tendencia: Los clubes que mejor producen jugadores, con buenas canteras, sosteniendo estilos a lo largo del tiempo y sin ceder ante las presiones, suelen asomar seguido por el éxito.
Argentino, con una formación prácticamente propia de sus entrañas, es casi un espejo de la institución de Liniers traída al fútbol amateur: no se caracteriza por la superpoblación en las tribunas ni suena seguido en los medios, pero se fortalece por la permanencia de un cuerpo técnico, la elección precisa de sus jugadores y el conocimiento de su potencial.
En abril de este año había manifestado ese cúmulo de virtudes en una jornada histórica, cuando jugó por primera vez en su historia la final de un Provincial de primera. Sin embargo, el Mario Kempes (mítico escenario cordobés) le resultó esquivo y el ganador aquella vez fue Jorge Ross de La Carlota.
De todas maneras, el “Lobo” había muerto con las botas puestas, mostrando un estilo propio del buen fútbol que gusta a los villamarienses, con la categoría de un chiquito enorme como Claudio Díaz y la desfachatez de un pibe, Ramiro Cortez, que desparramaba rivales a puro slalom, como deslizándose en una línea supersónica que el resto no captaba.
“Lanita” y Ramiro, por citar sólo a dos de los productos propios del club, pertenecen a esa raza de futbolistas interesantes que dan placer en la cancha. El primero, siendo casi un niño con la cabeza llena de rulos, supo deslumbrar en un Provincial de Embalse de tal manera que todos los cazadores de talentos se arrimaban para apreciarlo y le preguntaban al “Cholo” Romero de dónde lo había sacado. No pasó mucho tiempo, entonces, para que se lo llevara Lanús. Y años más tarde, en su regreso a Villa María y tras un paso por Chile, el “Tano” Riggio le erró feo en su ojo clínico para dejarlo en Alumni, cuando el diez entró en una prueba para seguir dentro del fútbol profesional.
El destino lo tuvo de nuevo en Argentino y el volante entendió que la mejor forma de demostrar su entereza era llegar lejos en su club de origen. Y jugó la final del Provincial. Y ganó ayer el título local.
Se puede centralizar en Díaz, quizás, ese potencial formidable que suele presentar Argentino, aún sabiendo de lo difícil que resulta la supervivencia de los clubes en el ámbito doméstico y en una ciudad que hace tiempo no llena las canchas.
Pero si hay para nombrar, está la generación de Jacobi, Fuente, los Danna, unida a los del pibe Gobbi (de gran personalidad para sustituir al experimentado Roberto Bazzani), entre los futbolistas que dispuso un verdadero estratega, Christian Romero, quien supo llevar adelante el legado de su padre y tiene ganado un espacio de respeto que abrió desde que jugaba como los dioses, como muchos de sus pupilos.
Muchos dirán, con certeza, que no hubo estilo tan marcado en lo futbolístico durante las revanchas contra Rivadavia y Ticino, desmenuzando tal vez los minutos disputados, las situaciones de gol o la posesión de pelota.
El mérito, en este caso, pasó por otro lado. Argentino se había cansado de llegar hasta la puerta de la gloria. Ahora la pateó como pudo. Había ganado la zona, tenía al goleador (Mauro Fuente)... Sólo le faltaba demostrar que los chicos crecen en base a las experiencias. Y eso vale más que dos partidos.