El ciclo “Cine bajo las estrellas” iniciará mañana a las 21 su edición 2013 con la proyección del filme de Leonardo Favio, "Aniceto".
La presente edición, cuya sede será el escenario Rubén Vanzetti, estará dedicada al director de cine recientemente fallecido.
Tras “Aniceto”, cuya presentación estará a cargo de Normand Argarate, el viernes venidero se verá “Juan Moreira”, con la introducción de Gerardo Russo.
El 18 de enero se proyectará “Gatica, el mono”, luego de la presentación a cargo de Juan Montes.
El acceso a cada función será libre y gratuito.
Favio había escrito sobre la película de mañana que “el Aniceto es dueño de un gallo de riña, el Blanquito, que es su orgullo y la envidia de los demás galleros. Los reñideros, el bar y el baile del pueblo son el eje en torno al cual gira su universo.
Un atardecer conoce a la Francisca, la empleada de la ferretería. El Aniceto la seduce y al poco tiempo la lleva a vivir con él a la pieza que comparte con su gallo: un cuartito de adobe enclavado en medio de un loteo. Con la llegada de la Francisca, el ambiente árido de la pieza cambia. La comida a punto, el amor siempre a mano, la tierna mansedumbre con que lo espera en esas largas noches en que el Aniceto se pierde por los reñideros, lo van ganando.
El Aniceto se siente bien con la Francisca. Hasta que irrumpe la Lucía. Desenfadada, sensual, con un brillo especial en la mirada en la que se adivina un sesgo sobrador. Es hermosa y lo sabe. El Aniceto se entrega. Nace así el triángulo amoroso que desencadenará en tragedia.
Hacer la síntesis de una obra que me costó cuatro años de insomnios es tan doloroso como seccionar un hijo. De todos modos, este sacrificio es de usos y costumbres y así lo entrego.
Esta es la apretada síntesis de Aniceto. Espero que sea útil. No quiero terminar estas líneas sin agradecer a Dios, que me entregó tres instrumentos maravillosos para poder concretar esta nueva obra: Hernán Piquín, Alejandra Baldoni y Natalia Pelayo son tres milagros. El nivel actoral que me entregaran estos artistas de singular sensibilidad no puedo atribuirlo a otra cosa que a una nueva caricia de Dios, que, una vez, más me demostró su amor. Doy gracias a Dios por Aniceto”.