Astuto y observador, Otis Redding supo granjearse al público blanco con una dosis embriagadora de empatía y con su generoso aire de fraternidad racial. Fueron muchísimos los solistas y grupos que se inspiraron en su talento inagotable que se quebró irremediablemente cuando a los 26 años, junto a cuatro de sus músicos, Los Bar-Kays, mueren al estrellarse su avión particular en una gira artística por los Estados Unidos.
Había nacido en Dawson (Georgia) y durante su funeral desfiló una cantidad importante de músicos famosos que había grabado sus creaciones, entre ellos, Aretha Franklin, James Brown, Stevie Wonder y Joe Tex. Con su voz rota, aquejada por igual de dolor y ansiedad, y en sus más frenéticos trances, Otis se ensañaba con las palabras, tartamudeando convulsivo entre implacables "riffs" de viento que terminaban por inflamar los momentos culminantes de sus actuaciones en vivo. Empapado de sudor, daba todo de sí mismo para conformar a sus fans, que en grandes proporciones llegaban para disfrutar de sus recitales en diferentes puntos de la América del Norte. Entre sus composiciones más difundidas y reconocidas reversionadas hasta el hartazgo figuran "The dock of the bay" (Sentado en el muelle de la bahía), "Respect" (Respeto) y "Sweet soul music" (Dulce música soul). El semanario inglés Melody Maker le otorga la distinción "al mejor cantante", mientras paralelamente se codea con las más consagradas figuras del pop del momento.
Acude gratuitamente al festival de Monterrey, instancia decisiva en su carrera porque es allí donde el público blanco se rinde definitivamente a la magia del talentoso artista negro. Su funeral tuvo rango de duelo popular, cerca de cinco mil personas se apiñaban en el auditorio municipal de Macon (Georgia), la ciudad donde pasó su infancia y parte de su adolescencia, y toda la aristocracia de la música negra dijo presente.
La consagración del “long play”
Desde siempre, los mercados musicales han expresado que el álbum como tal alcanzó su mayoría de edad a principios de los 60. A partir de mediados de esa década se experimentó un cambio. En 1967, cuando la venta de los LP superó a la de los discos simples, los principales compradores de los “larga duración” eran los adolescentes y jóvenes amantes de la música, principalmente del pop y del rock. En realidad, las grabaciones de las bandas de rock del último tercio de los 60 representaron más del 50% de los bestsellers de la época. Los discos melódicos y los de las bandas sonoras apenas representaban una décima parte de las ventas a nivel mundial.
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO