Escribe: Héctor Cavagliato
Como todos los años, hubo en el Villa María Golf Club dos campeonatos emblemáticos que sólo pueden jugar los socios de la entidad, o sea, que son los únicos no abiertos a todo participante con matrícula nacional. Tomando los dos casos, la suma de edades de los monarcas no llegó a los 50 “pirulos”, como solemos decir los mayores.
En el caso del torneo por parejas, Ignacio Espina, de gran presente y promisorio futuro, y Federico Montagner, de idénticas condiciones y aptitudes, se coronaron en épica final inscribiendo sus nombres en el tablero de los privilegiados que los muestra entre ilustres consagrados en el historial. Completan la postal Espina (padre), Valentín Baricco y Mariano Bertón, otras dos grandes promesas del golf local. La evocación se remonta a mediados de la temporada.
Más recientemente, en noviembre, se disputó el certamen que en el mundo entero todo aficionado quiere ganar. A la larga lista que se remonta a la década del 40, cuando nació el club local, la integran dos nombres que se perpetuaron como los máximos ganadores con 12 títulos cada uno, logrados por Oscar Crespi -ya desaparecido- y el siempre vigente y “eterno” Arnoldo “Beto” Debiaggi.
El último en conseguirlo fue otro juvenil de la cantera de la Escuela de Golf que orienta el profesional Gustavo Escalarea, Franco Scauso, que rompió todos los pronósticos y se impuso en memorable final al experimentado Fernando “Flecha” Zóttola.
Suele decirse que los jóvenes son los pilares del futuro. Antes bien, deberíamos admitir que, en materia golfística, el futuro es hoy con estas tan gratas y reconfortantes realidades.