La democracia es el valor de la unidad nacional
De manera recurrente y azuzados por los medios de comunicación hegemónicos, muchos ciudadanos de este bendito y generoso país recurren a reiteradas muletillas, al menos detractoras, contra el Gobierno nacional, las cuales no es la intención enumerar en estas líneas, pero sí detenernos en una.
La tan famosa como inocua expresión “Los Kirchner dividieron al país”. En realidad quieren decir “dividieron a la sociedad argentina”, suponemos, ya que el país está dividido políticamente en provincias administradas con alto grado de autonomía.
En cuanto a la división entre capas de ciudadanos -si así fuese- es menester tener en cuenta que el “país” estuvo siempre dividido, como todos los países de la Tierra, entre los que piensan de una manera y los que piensan de otra. Lo que no significa que haya una realidad de apartheid segregacionista.
No obstante, podemos tomar como referencia histórica de la división argentina entre “unos y otros” una fecha precisa, el fusilamiento de Dorrego y el inicio de las sistemáticas luchas entre unitarios y federales que no sólo desangraron a la Patria, sino que la postergaron en su desarrollo y cuyas consecuencias se proyectaron hasta la contemporaneidad: de un lado los “negros” y del otro los “menos negros”.
Los primeros fueron visibilizados por la Historia de manera tardía: aquel miércoles 17 de octubre de 1945 cuando se atrevieron a mojar sus “patas” en la fuente de Plaza de Mayo.
Los segundos escribieron la Historia. Esta atribulada historia nacional que es menester revisar cada día.
Los primeros dejaron su sangre celeste y blanca cada vez que el país los necesitó como carne de cañón. Los segundos se envolvieron en la Bandera celeste y blanca como si fuera propiedad privada, cantaron el Himno con unción y bajo la advocación de la Virgen de Luján apoyaron todas las políticas tendientes a favorecerlos en detrimento de los “primeros” y en humillación a la mismísima Virgen. Incluye golpes de Estado, conmemoraciones del horror, piquetes corporativos y conciertos de metálicas cacerolas disonantes en el tiempo presente.
No debemos olvidar en el eufemismo -a la “división” nos referimos- a los gobiernos de Hipólito Yrigoyen con sus acontecimientos sangrientos, producto de la resistencia a la claudicación de privilegios, como los hechos ocurridos en el norte santafesino, más precisamente en “La Forestal”, la Patagonia Trágica y antes los sucesos en los Talleres Vassena, que pasaron a la historia como la Semana Trágica. Miles y miles de muertos dejaron en el país un tajo irreparable.
Entonces, bien podemos decir que el proyecto que actualmente encarna la presidenta de la Nación no hace otra cosa que poner en evidencia las contradicciones argentinas existentes desde tiempos inmemoriales; no hace otra cosa que sincerar la falacia de “unidad nacional” sustentada en la inequidad y la injusticia desde siempre.
En esa falacia crecieron muchas generaciones, mientras los gobernantes miraban para otro lado.
El gran problema que tienen algunos es que la presidenta mira a los ojos. Y cuando una mujer mira a los ojos, mira a los ojos. Y cuando una presidenta tiene convicciones y sabe expresarlas y ejecutarlas, sus ojos son insostenibles. Para algunos, al menos.
El acto popular y político -porque así fue- del arribo de la Fragata Libertad fue una palmaria demostración de que la “división” nacional es un mal deseo de los que así quieren verlo. O dicho de otra manera, tal división existe en los que hacen de ella un voluntarismo dañino o una aviesa y tal vez inconsciente metodología que pretende sojuzgar el presente a las atrofiadas raíces del pasado.
La imagen del puerto de Mar del Plata fue palmaria. Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, militares, bandas militares tocando música popular y el pueblo coronando la escena con sus banderas militantes -los militantes son pueblo- y una presidenta asumiendo con vehemencia el liderazgo republicano de la Patria que le confirió la democracia, en defensa de su soberanía honrando a la nueva generación de marinos que ya no carga sobre sus espaldas el estigma de Massera y de la ESMA, mientras sus arcaicos y otrora jerarcas fueron y están siendo juzgados y condenados por crímenes de lesa humanidad.
¿Dónde está la división?
Lo ocurrido en los últimos años en cuanto a políticas de Derechos Humanos y soberanía nacional demuestra que nada se construye sobre cimientos de impunidad, olvido y negación de la historia reciente. Todo se construye en base a Verdad y Justicia. Como lo hace este Gobierno.
Argentina es libre como nunca antes en su historia. Libre en sus decisiones como Estado soberano y libre en el ejercicio pleno del Derecho ciudadano.
La división de la sociedad argentina sólo anida en el espinal del pasado y en la mente de quienes aún deliran con un país de eructantes y ayunantes. Donde salvo durante una década del Siglo XX, los gobiernos de turno resignaban sus principios desplegando sus políticas a los pies de los que históricamente hicieron provecho mientras crujía el estómago vacío del pueblo.
Tal vez sin darse cuenta, los que hablan de “división” no hacen otra cosa que “divisarse” como exclusivos en un país donde la democracia está plenamente vigente, que es algo muy diferente.
Rubén Rüedi
Escritor e historiador