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Analía Lynch, acompañando una de tantas marchas (foto Hugo Vicente) |
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Siempre en esta época del año miramos hacia atrás; hay años mejores, otros no tanto. Indudablemente 2008 no fue un año fácil, pero no sólo para nosotros, seguramente miles de personas han vivido meses difíciles, dolorosos, han perdido seres queridos.
Nunca pensé que éramos los únicos que sufríamos una desgracia, en este largo tiempo me he encontrado con mucha gente en iguales o peores condiciones. Que no se me malinterprete: nunca creí ser una excepción, alguien a quien la vida no le pudiera asestar un fuerte golpe; lo que sublevó mi ánimo y me llenó de indignación desde la noche del 14 de abril es que el sufrimiento de mi familia, especialmente de mis hijos, testigos presenciales de un hecho tan brutal, no devino de un accidente, del azar del destino, o de una situación de inseguridad.
Nuestro padecimiento fue consecuencia directa del accionar mafioso de una mente enferma (de ambición, dinero y poder) que decidió terminar con la vida de mi marido.
Porque como dice Fernando López en su libro Odisea del cangrejo, “¿Y cuál de todas las formas de lo inevitable será la que está reservada para mí? Nunca he pensado si mi muerte, entre ellas, sería tranquila o violenta, si vendría por aire, por tierra o de la mano de alguien a quien nuestro quehacer cotidiano no pasa inadvertido…”.
Evidentemente, el quehacer cotidiano de Alejandro Roganti no pasó inadvertido para algunos.
Para algunos, dos o tres, que quisieron callarlo usando como instrumentos a dos sicarios, pero tampoco pasó desapercibido para muchísimos más que, gracias a Dios, estuvieron a nuestro lado desde un primer momento, muchos que sin distinción de ideologías, partidos, credo u origen social, nos acompañaron hora tras hora.
Soy una agradecida de la vida, hoy más que nunca, porque lo que nos tocó vivir fortaleció nuestros valores, principios y fe, nos permitió conocer personas maravillosas que luchan día a día por una sociedad mejor y afianzó la amistad con los compañeros entrañables de toda la vida.
Seguramente no me alcanzaría el espacio para agradecer a todos, pero no quiero dejar pasar la oportunidad para nombrar a mis vecinos (especialmente Jorge y Alicia), Bomberos Voluntarios, personal y médicos del Hospital Regional Pasteur y Clínica Dr. G. Marañón, las más de 30 organizaciones participantes de la asamblea de los lunes, Federico Bordino, a los medios de comunicación que no se dejaron “apretar” ni “sobornar”, a los padres Pepe, Osvaldo, Pedro y José Miguel, a nuestro amigo y abogado Luis Juez y a todos aquellos que elevaron una oración por Alejandro y hasta el día de hoy no dejan de preguntar por su salud y regalarnos palabras de aliento.
Para todos ellos van mis mejores deseos y oraciones en esta época tan significativa del año.
Para los otros, aquellos que fueron los autores intelectuales y aquellos que con su silencio, producto del miedo, la obsecuencia o una “compensación mensual” se han convertido en cómplices de algo tan atroz, también van mis oraciones, porque algún día seguramente las van a necesitar.
Finalmente, pido para mi familia únicamente salud y justicia, porque sé que es importante lo que se ha hecho hasta ahora y que se sigue trabajando, pero como mujer y madre no voy a descansar hasta que los autores intelectuales sean castigados.
Analía Lynch de Roganti
DNI 16575062
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