Este es un caso singular, teniendo en cuenta que en esta entrega me ocupo de un artista que nació en nuestro país pero que la mayor parte de su vida la desarrolló en Europa. Y lo que es más trascendente aún, logró una aceptable popularidad en el mercado mundial de la música e interpretando el idioma universal del pop, es decir, el inglés.
Nació en Venado Tuerto, Santa Fe. Realmente fue anotado como Christopher John Davison. Años después, adoptó el apellido materno que fue en definitiva el que lo proyectó como compositor y cantante, acotando su verdadero nombre para acomodar su imagen profesional, tanto en los estudios de grabación como en sus recitales en vivo. Pasó a ser Chris De Burgh para todos aquellos que disfrutaron y todavía hoy lo hacen, de cada una de sus presentaciones.
Dueño de una voz limpia y de un registro por demás considerable, su especialidad han sido las canciones del pop romántico. Haciendo un poco de historia, los registros cuentan que De Burgh vivió hasta los cinco años en una estancia a pocos kilómetros de un pueblito santanfesino llamado San Eduardo, a sólo 20 kilómetros de Venado Tuerto. Su padre, un ingeniero y diplomático británico, Charles Davison, se casó con quien fuera su secretaria y finalmente la madre de Chris, irlandesa de nacimiento, Maeve Emily De Burgh. Cuando contaba con doce años, junto a su hermano y sus padres, la familia emigró a la isla de Malta (mar Mediterráneo), donde permanecieron durante varios años. Finalmente, se asentaron al sureste de Irlanda, en el castillo Bargy, propiedad de su abuelo materno.
Actualmente vive en Dublín, con su familia, y sus datos profesionales revelan que su primer contrato con el sello discográfico A&M Records, se produjo en 1974 (cuando contaba con 25 años de edad), y como dato no menor, su biografía cuenta que fue guitarrista acompañante del grupo británico Supertramp en la gira que los guiados por Roger Hodgson denominaron "Crime of the century" (El crimen del siglo), lo que trajo aparejado para nuestro connacional, un puñado de fieles admiradoras. Sin lugar a dudas su mayor éxito ha sido alrededor del mundo, el simple titulado "The lady in red" (la dama de rojo) de 1986 que logró trepar al Nº 1 en el Reino Unido y al Nº 3 en los Estados Unidos, de las principales listas.
La fantasía desde la TV
Gratificante resulta recordar aquellas tardes/noches en las que, de adolescentes, nos disponíamos con los pibes del barrio a disfrutar frente al aparato de televisión de las series más famosas y de mayor rating a nivel mundial. Paralelamente ocurría eso de que, por cada cuadra, sólo tres o cuatro familias disponían de un receptor y por lo tanto había que rotar los domicilios para mantener en equilibrio la relación amistosa con nuestros progenitores.
Prácticamente era usual acomodarnos en "pose india" sentados sobre el suelo y con las piernas cruzadas, para disfrutar de las hazañas de nuestros héroes del celuloide. En la danza de recuerdos, afloran los rostros de Bárbara Stanwick (Valle de Pasiones y Rancho Berkley), Claude Atkins (El sheriff lobo), Vick Morrow y Rick Jason (Combate), El fugitivo (David Jansen), El hombre del Rifle (Chuck Connors) entre muchas más y “The archies”, serie de dibujos animados creada por Don Kirshner en 1968 para la cadena CBS, manteniéndose en diferentes versiones hasta 1978, historia basada en un comic muy popular que contaba las peripecias de un puñado de adolescentes integrantes de un grupo de música pop.
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO