Hace muy pocos días el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), José de Mendiguren, planteó un tema que a los argentinos que pintamos canas nos causa escozor: el “Rodrigazo”.
¿Fue una cita poco feliz del dirigente?, ¿o fue una frase arrojada a los medios para reinstalar un tema que podría repetirse en la Argentina? A la distancia es difícil saber de sus intenciones, pero sí podemos hacer el ejercicio de recordar cómo fue aquel proceso y si realmente existen similitudes con lo que ahora sucede en nuestra economía.
A fines de 1974, el Gobierno de Isabel Perón estaba desgastado políticamente y una inflación del 80% preanunciaba momentos críticos. La Argentina venía de buenos años de precios de sus productos exportables, con una recuperación de la masa salarial del 20% desde 1973 y con algunos años de crecimiento económico. El déficit del Estado llego al 14% del PBI y era financiado por una fuerte emisión monetaria. El mundo comenzaba a entrar en problemas por la crisis del petróleo.
Las medidas de Celestino Rodrigo
A mediados de 1975 asume Celestino Rodrigo con la consigna de restablecer los precios relativos a favor de una mayor competitividad de las empresas exportadoras. Plantea una devaluación del 170% del dólar comercial, crea el “dólar turístico” con un valor del 100% superior al comercial, anuncia aumentos de combustibles de más del 170% y las tarifas se incrementan entre 50% y 75%.
Como contrapartida, se plantea un ajuste de salario de no más del 40%, pero los sindicatos logran aumentos de más del 70%, caen las reservas del Banco Central a la mitad y hay riesgo de cesación de pagos de nuestra deuda externa. Lo que pasó después, todos lo conocemos.
Esta es una pequeña síntesis (quizá algo incompleta), pero nos da un panorama de lo que ocurrió hace más de 30 años en nuestro país. Si uno observa detenidamente algunos de estos aspectos y medidas con lo que sucede hoy, muchas cosas se parecen (en otras proporciones mucho menores), pero nos hacen ver que si bien un “Rodrigazo” en toda su magnitud no es factible hoy en la Argentina, estamos inmersos en un riesgo concreto de iniciar un proceso de mayor acentuación inflacionaria.
Salarios, dólar e inflación
Veamos qué pasa hoy. Desde el Gobierno nacional (vía Moreno) se ha enviado el mensaje a los gremios de que moderen sus reclamos porque ya se ha logrado la participación buscada del salario en la renta nacional. Además, preanunció una devaluación del 20% para este año (del oficial, porque el “blue” ya lo superó largamente).
A fines del año pasado se aplicó un “tarifazo” en los servicios públicos, en algunos casos de más del 50%, y aumentaron tasas e impuestos provinciales y municipales en proporciones similares. Los combustibles aumentaron casi un 40% en 2012, El dólar “blue” tiene una brecha del 50% con el oficial y la emisión no se detiene. El déficit fiscal fue creciente este año y llegaría a 4 puntos del Producto.
El año 2012 fue un período recesivo luego de ocho años de crecimiento, mientras el mundo está envuelto en una crisis que no termina de resolverse. Como contrapartida, seguimos con buenos precios internacionales de nuestros productos (China no “existía” en el 75), existe un buen nivel de recaudación tributaria y un estable nivel de reservas en el Banco Central.
De Mendiguren dijo, después de su declaración, que en realidad quería alertar acerca de las paritarias que vienen en función de la diáspora de poder en el sindicalismo argentino. Coincido con el dirigente en que un gremialismo atomizado y en competencia política no ayuda al objetivo del Gobierno de morigerar los reclamos.
Por eso marzo es un mes clave; comenzarán a discutirse las paritarias más importantes y allí se verá el nivel de ajuste salarial que se acuerda. No digo que el salario sea la causa de la inflación, digo que el salario es la variable importante que falta definir su nivel de ajuste en el año. El resto ya lo sabemos y ha sido importante (dólar incluido).
El Gobierno está preocupado por esta situación y eso es bueno porque el primer paso para resolver un problema es reconocerlo, misión difícil en un año electoral y con Moyano rebelado.
Alberto Costa,
contador Grupo Costa