Patriotismo exacerbado, fanatismo por las comidas típicas o incapacidad de concebir una reunión cumbre de guitarreros criollos sin el guiso nacional de por medio. Acaso habrá que buscar entre estas razones la explicación del éxito avasallador que tuvo el locro en las peñas el fin de semana ya que, con temperaturas diurnas cercanas a los 40 grados, es difícil siquiera imaginarse comiendo un cocido cuyas calorías son ideales para las heladas noches de invierno.
Pero lo cierto es que nuestro país cortó lazos con España un 25 de Mayo y se declaró país libre y soberano un 9 de Julio; dos fechas heladas si las hay. Y, en ese contexto, el locro se instaló como plato de celebración imprescindible, haciéndose extensivo a las festividades que tuvieran que ver con la tradición, sin importar la época del año y menos el origen andino de esta comida, que cuenta con una historia culinaria anterior a la llegada de Colón y al imperio incaico.
Peña Los Soñadores
En la noche del sábado, el bufé de la peña “Los Soñadores” no deja de sacar humeantes bandejas de plástico de su mostrador, acompañadas de pan y vino.
Mario Ludueña, chef ejecutivo, cocinero y pastelero profesional, se emociona ante este milagro: “Nada detiene al locro; ni siquiera el calor de enero”, dice.
Hace 30 años que se dedica a la gastronomía y ocho años que prepara el locro de la peña. Tiene puesto el delantal y la gorra desde la madrugada, hora en que llegó al puesto para cortar la carne y empezar con los primeros hervores. Y desde hace unas 10 horas, junto a sus ayudantes revuelve el potaje con una cuchara de madera del tamaño de un remo.
“Estamos preparando unas 1.700 porciones por noche -comenta-. Cada porción pesa alrededor de 380 gramos y sale con pan a 40 pesos”.
Para las amas de casa que en un arrebato solidario quieran invitar a cenar a todo el barrio, anoten la receta de Mario: 60 kilos de falda, 50 kilos de huesito de cerdo más 50 kilos de cuerito, 60 kilos de chorizo común y 10 kilos de chorizo colorado y, finalmente, 10 kilos de panceta. Luego, unos 250 kilos de maíz y porotos que deben ponerse en remojo la noche anterior. Y luego, revolver a fuego lento entre 12 y 14 horas sin parar. Si los platos se sirven calientes a eso de las 10 de la noche, pasará lo que pasó el viernes con el guiso de la peña: “A las 12 de la noche nos quedamos sin locro. No sobró nada de nada. También salen las empanadas y el choripán, pero la gente prefiere el locro”.
Respecto a los ingredientes que utiliza, Mario aclara que “hay un montón de formas de hacer el locro y todas están bien. Hay quienes le ponen batata y cebolla, por ejemplo, pero yo no. Prefiero que predomine el gusto del maíz y la carne”.
Entonces, el chef posa para la foto junto a sus ayudantes y su mamá (encargada de las empanadas). Y, durante unos segundos, deja el remo de madera hundido en una arena movediza, humeante y amarilla como oro fundido en el maíz del sol.
Agrupación Folklórica Villa María
Es una fija, una tradición, una cita obligada en cada edición peñera que se desarrolla en la temporada veraniega.
Desde hace 15 años, haber desandado un festival sin probar siquiera una pizca del locro de la Agrupación, es casi una bofetada a la institución de educación musical.
La entidad, que despunta 30 años de trayectoria en remover la paila, defiende su característica propuesta con la producción de mil porciones por día. El trabajo, a cargo de dos personas (que no quieren dar nombres para favorecer el espíritu colectivo), comienza religiosamente a las 16.30. Ya para las 21.15, la primera porción espera humeante, como novia en el andén, la llegada de su prometido degustador.
La preparación, en una gran paila, incluye los siguientes ingredientes: 140 kilos de zapallo, 100 kilos de falda, 90 kilos de patitas de cerdo y 40 kilos de cuerito, 40 kilos de huesitos, 33 kilos de chorizo colorado, 15 kilos de panceta, 60 kilos de porotos y 60 kilos de maíz.
Consultados sobre el destino de un potencial remanente, los encargados indicaron que “lo tiramos porque no lo podemos donar. Nadie nos garantiza que se mantenga la cadena de frío”, precisaron casi con sabiduría oriental.
Algo de conocimiento y experiencia respalda esa afirmación. Tal es la fama ganada por la Agrupación, que durante el año no sólo repite por tres la venta locrera, sino que suele ser agendada por terceros para eventos varios. ”Hasta nos contrataron de un motoencuentro”, comentó uno de los responsables.
Patio de comidas del Jockey Club
“¡Ey, Lonche! ¡Vení que te quieren hacer una nota!”, le gritan los muchachos que remueven la olla inmensa a un hombre alto y corpulento.
José Luis Perazolo se acerca con su paso cansino y una sonrisa que nunca se borra de su rostro. “Lonche” es el encargado de las salsas, pero, además, hace siete años que es infaltable en el preparado del locro del Jockey Club. Y, de este modo, explica cómo se calculan las porciones.
“Vamos viendo, de acuerdo a las fechas. El viernes, por ejemplo, que era la noche que comenzaban las peñas, no fue la más concurrida. Entonces hicimos 700 porciones de las cuales no quedó nada. Para hoy (sábado) tenemos 1.200 porciones, de unos 400 gramos cada una. Es bien abundante y la damos con pan, cuchara descartable y salsa”.
Respecto a las sobras, Perazolo previene muy rápido: “Quiero avisar que el locro no se puede guardar; que lo tenés que tirar, así te sobren 100 porciones, porque se fermenta y no sirve más. Nosotros estamos a disposición de distintas entidades para que vengan a buscar las porciones sobrantes, pero no queremos correr el riesgo de llevarlas y que lleguen en mal estado. Ya hablamos con la gente del Patronato, pero no sabemos si van a venir”.
Respecto a la conservación del guiso típico nacional, Perazolo explica que “el locro sólo se “friza” en cantidades chicas, porque si se mete mucha cantidad al congelador y el frío no llega al medio, se fermenta igual y entonces es muy bravo. Tenemos controles bromatológicos cada media hora. El locro se tiene que comer en la misma noche”.
Perazolo detalla los ingredientes que sus amigos baten en una olla del tamaño de un bebedero de animales: “Son 250 kilos de porotos, 150 kilos de falda, 100 de chorizo colorado, 50 de chorizo común, más condimento y huesitos de cerdo a gusto”.
En cuanto a la parte que le corresponde como chef y las salsas, “Lonche” explica que “se hacen 15 litros con mucha cebolla de verdeo y todo tipo de pimentón”.
Cada porción de locro en el patio del Jockey cuesta 35 pesos y, al decir del entrevistado, “es un plato económico. Y la sorpresa nuestra es que por más calor que haga, la gente lo come igual. Anoche estuvimos a patio lleno y no quedó nada. Te puedo garantizar que el locro nuestro es muy buscado porque tiene de todo y es muy abundante; acá no se le escatima nada”.
Y entonces, el “maestro de la salsa” posa con una comitiva de corpulentos ex rugbiers para la foto. Y la muchachada bate aunando esfuerzos en pos de un mismo objetivo, como en un scrum solidario para el bien de la peña.
Iván Wielikosielek
Foto 2: Mario Ludueña y sus colaboradores en la peña de Los Soñadores
Foto 3: La Agrupación Folklórica tiene más de 15 años de labor en peñas y preparando locros