Desde el Anfiteatro al puente del Prado Español, la calle costanera se convierte cada noche en una serpiente de luces. Cada vértebra de luz es un puesto de artesanos, y cada puesto de artesanos es un mundo
Hay desde vendedores de juguetes hasta africanos exhibiendo una bijouterie tan brillante como sus blancos dientes. Hay puestos de sandalias y tejidos industriales, de jugos de fruta y de pralinés, de tablas de madera y de tejidos. Justo enfrente de los monoblocks, se llega a una carpa enorme. Allí se ingresa al sector de los artesanos locales.
Alas fulgurantes
Como mariposas jurásicas vitrificadas en color y luz, los colgantes “Tiffany” revolotean con sus alas rojas el fulgurante puesto de Oscar Amiraglia. En la mesa y bajo el vuelo de estos raros lepidópteros, descansa una vidriería plana hecha de ceniceros multicolores y portasahumerios en azul ultramar. “Trabajo con tres técnicas fundamentales, la del ‘vitró’ antiguo hecho en plomo (mamparas, aberturas, vitrales de iglesias); la del ‘Tiffany’, que se usa para todo tipo de ornamentación; y con la ‘vitrofusión’, que es el vidrio fundido y moldeado para su uso más utilitario (vajilla, ceniceros, portasahumerios)”. Hace 20 años que Oscar se dedica al vidrio. “En mi trabajo, hay un 80% de autodidacta y un 20% de algún cursito que pude rascar por ahí, de gente que sabe mucho pero que te transmite su saber de a cuentagotas. Respecto a la venta, indicó: “En la feria lo que más sale son los colgantes. Esas mariposas y colibríes que ves ahí. También los angelitos, que se venden mucho como souvenir de Primera Comunión”. Aunque, su pieza más conocida es un vitral de 60 por 80 y se halla sobre el mostrador del Café Argentino. “Es mi obra más anónima y a la vez la más conocida”
Cactus del desierto
La especialidad de Marta Bacci es, desde hace 15 años, la pintura sobre cartón (cajas de té, especieros) y sobre cerámica (portasahumerios, macetas, potería) y la bijouterie alternativa (anillos, colgantes, prendedores, hebillas, etcétera). Con estas simples premisas, ha desarrollado su obra con un sello propio inconfundible. Pero además, ha incorporado la venta de cactus en pequeñas macetas pintadas. “Los cactus se pusieron de moda hace un tiempo -comenta-. Y como yo los coleccionaba y mi hija Rafi los reproducía, empezamos a pensar en venderlos. Algunos tienen muchos hijos, pero otros son difíciles de multiplicar, como si no se terminan de adaptar a nuestro clima de invierno. De ahí la diferencia de precio entre algunas especies”. “Pero lo que más se venden son los anillitos de porcelana fría y vidrio líquido para nenas. Los que lo ven quieren uno”, añade.
Juegos de ingenio
Tableros con fichas redondas de madera numeradas, piezas de algún extraño dominó pintadas en madera, “zenkus” con bolitas de vidrio, clavos enganchados, serpientes de cubos. Sin dudas, el puesto de Víctor Hugo Cano es una caja de sorpresas. O mejor dicho, una caja con desafíos al ingenio. “Siempre trabajé en madera haciendo utilitarios de cocina o percheritos para niños, hasta que hace unos diez años quise cambiar de rubro y empecé a fabricar juguetes.
Pero casi sin darme cuenta caí en los juegos de ingenio y creo que me fue mejor“, comenta. “A este tipo de piezas no las encontrás en el mercado formal. O sea que no hay competencia.
Además, la forma en que los juegos de ingenio se venden, es mostrándolos al público, dejando a la gente que los toque, que los pruebe, que se enganche. Para el Día del Padre es una fija que las esposas o los hijos regalen juegos de ingenio. Y a los hombres les encanta”.